16.7.08

Tres horas y media de espera o de cómo obtener la Visa y no tartamudear en el intento

Dentro de un mes tengo un viaje para salir del país por parte de Istmo. Iré a Houston, Austin y San Antonio, en el Estado de Texas. Cuando fui notificado no tenía ni pasaporte ni visa americana. El primero lo obtuve hace casi un mes y la prueba está en este mismo blog, entradas atrás. Hoy fue mi cita en la embajada estadounidense para tramitar el documento restante.

Llegué a las 9:30 de la mañana --mi cita era a las 10--, le mostré mis documentos a un chavo que cuidaba la cadena de la calle. Me dijo que en la fila 2. Caminé hacia la multitud con documentos y me formé en lo que según yo era la fila 2. Otra persona --chavo también-- con un megáfono nos ayudaba a resolver dudas sobre el llenado de los documentos que teníamos que entregar. Llegó más gente a las filas; una de ellas preguntó por la fila 2 y se formó junto a mí. A su vez, yo pregunté en qué fila estaba y me contestaron que en la 2. Una de dos, o hay dos filas 2, lo cual suena muy improbable dada mentalidad gringa, o alguien estaba equivocado. Las personas adelante de mí, quienes me afirmaron que estaba en la fila 2, se cambiaron a la verdadera fila 2. Iba a seguir su ejemplo cuando pensé, "finalmente, la ubicación es totalmente arbitraria y azarosa, no sigue un plan pre-establecido. Si me quedo en esta, que es la 1, no pasará nada". No pasó ni un minuto de eso cuando la fila en la que yo estaba comenzó a moverse hasta ingresar completa en una nueva zona de la embajada.

Esta era la zona previa a ingresar al edificio como tal. Aclaro que desde que me formé a las 9:30, tras escuchar las indicaciones de llenado, saqué el libro que llevaba y me puse a leer. Lo mismo hice una vez detenida la fila en las inmediaciones de la puerta hacia las salas del suspenso. Mientras leía se aproximó otro chavo que volvía a revisar los documentos y les imprimía un sello y una "P" que supongo significa: pasa. La fila volvió a avanzar para colocarse a un tris de ingresar al inmueble. Entonces un guardia nos indica lo que NO se puede meter: celulares, lap-tops, i-pods, cualquier dispositivo electrónico, usb, navajas, cortauñas, cámaras y alguna otra cosa que por el momento olvido. Este guardia nos prestaba una Zip-Lock donde habríamos de depositar si traíamos cualquiera de los objetos antes mencionados, la cual, con una contraseña que allí te daban, recogías tras finalizar el trámite. Es decir, tres horas después.

Crucé la puerta, sin saco y sin cinturón. Un señor me saluda: "Buenas tardes", "Tardes, pienso, son las 11 de la mañana. WTF." Le devuelvo cortésmente el saludo, contesto que vengo solo, me pone otro sello y lo más importante, la ficha con el número para el resto del proceso: 622. Para mis adentros pienso que es un buen número, pues suma diez y según Pitágoras, la Tetrakys, que era la suma de 1+2+3+4 y resulta en 10, era un número místico. Tomo mi ficha y supero el detector de metales después de quitarme el reloj.

Llego a la primera de las salas. Tomo asiento y como si estuviera en una sucursal de Banamex, he de aguardar a que mi número (622) aparezca en la pantalla indicándome el escritorio que me aguarda. Observo la pantalla y van en el 525. Deposito en mi silla --mía durante la siguiente hora-- mi maletín y mi libro y voy por un sandwich y una coca en la tienda que dentro del lugar (porque cualquier bebida o comida, así sean dulces, han de ser tirados a la basura antes de ingresar). "Desayuno" y continúo mi lectura. De vez en cuando levanto la mirada para calcular el tiempo que me resta. Llega mi turno de pasar al escritorio 6. Allí me atiende una muchacha, guapetona, que me pregunta por el motivo de mi viaje y a lo que contesto que "placer". Me pide sentarme en una silla "sin moverla" y quitarme los lentes. Hace algo en su computadora y me toma la foto, mis huellas dactilares y me pide que vaya a la verificación de huellas en el extremo del pasillo.

Me levanto y pienso: "¿Ya me la aprobaron? ¿Así de rápido?" No lo sé. Verifico mis huellas y me piden que aguarde a que vuelva a aparecer mi número. Me entregan un papel que he de llenar para el envío, me dicen. Tomo asiento en la Sala 2 que funciona igual que la 1, es decir, la anterior. Al sentarme veo en las pantallas 467. Tendré que esperar otro rato. Miro mi reloj y marca las 12 de la tarde, en punto. Lleno el dichoso papel y vuelvo a sacar mi libro y continúo vorazmente mi lectura, la cual fue placentera hasta que junto a mi derecha se sentó una señora mayor llena de dudas y emociones saltarinas. El número en la pantalla era el 573 y mi lectura había sido interrumpida, lo cual me fastidió un poco. Resolví las dudas de la señora, quien vive en Satélite y al parecer viajará por primera vez a EU. Intento seguir leyendo. Tras varias preguntas más entiende mi necesidad de leer y se voltea a platicar con la persona, otra señora, de su derecha. No podía evitar escuchar de qué hablaban: cuánto lleva, qué ficha tiene, uyy esperaremos mucho, ese se ve contento, seguro se la dieron, el bueno es el de la ventanilla 33, todos salen contentos de allí, ese otro se ve un poco triste, etcétera. Apareció en la pantalla el 621 y me levanté de la silla: 622 en la ventanilla 37. Ambos números suman diez, no podía ser mejor; además, alguna vez en la primaria mi número de lista fue el 37. Tenía toda la seguridad que necesitaba antes de "entrevistarme" con el cónsul.

"Buenas tardes".
"Buenas tardes", le contesté.
"¿El motivo de su viaje?"
"Placer y negocios", le digo.
"¿Negocios? ¿Qué tipo de negocios?", me inquiere.
"Trabajo en una revista y la Oficina de Visitantes de Texas nos invitó para que hiciéramos un reportaje sobre Houston, Austin y San Antonio."
"¿De qué se trata su revista?", continúa preguntándome.
"Se llama Istmo y es empresarial y cultural. Pertenece a la Universidad Panamericana y el IPADE?", le respondo.
"¿Cuánto tiempo lleva trabajando en la Universidad Panamericana?"
"Un año", le digo, "y año y medio trabajé en el IPADE".
"¿Y antes?"
"Fui profesor de Filosofía e Historia en el Tec de Monterrey".
"¿Dónde estudió?"
"La carrera la hice en la Universidad Panamericana y la maestría en la UNAM".
"Aprobada, pase a pagar el envío".
"Muchas gracias".

Afortunadamente llevaba dinero en efectivo. Nadie me avisó que debía pagar 55 pesos por el envío de la Visa a mi casa. Pagué, salí de las "salas", recogí mis objetos, le llamé a mi esposa, que trabaja a unas cuadras de la embajada y le sugerí comer conmigo. Era la 1:30 de la tarde.

4 comentarios:

Enrique G de la G dijo...

Ah, qué casualidad: acá T acaba de ir a la embajada por su visa, también, y la llamada para hacer la cita cuesta nada más y nada menos que la fabulosa cantidad de 15 dólares. Incroyable! Ah, pero eso sí, te atienden --dice-- como si fueras la única persona que llama. No hemos hablado, así que no sé cómo le fue ayer en la embajada... Luego te cuento.
Saludos.

Jesús dijo...

Está la cosa chunguilla, Mejico ha de ir pensando en su unificación con EEUU, despues de todo la mitad de EEUU erán mejicanos. 40 millones de mejicanos viven en USA, si se suman los mejicanos de Mejico, serian casí fifty-fifty.

Roberto Rivadeneyra dijo...

Me molesta la actitud de los gringos. Piensan que nos hacen un favor al permitirnos entrar a su país. En mi caso voy a hablar de sus ciduades como grandes oportunidades para establecer negocios o irse de shopping el fin de semana.

Por el otro lado, ellos mismos son migrantes, son ingleses que exterminaron lo que tenía vida en el siglo XVIII en esa zona de América y se proclamaron dueños del continente. Su cultura está basada en el migrante, ¿que no se han dado cuenta?

Comandante: Espero que sea a la inversa, que nos regresen lo que Santa Anna "regaló" y ellos nos quitaron: California, Texas, Nuevo México.

Lola dijo...

PUES!!!! yo solo quiero decir dos cosas.

1. PINCHES GRINGOS, los odio con odio jarocho y los conozco bastante bien.

2. Pague 300 dolares mas con tal de viajar por Madrid yendo de Sudáfrica a México con tal de no pasar por el Gabacho y conste que tengo visa.