19.12.07

Los festivales

Aún tengo presente lo mucho que odiaba los festivales infantiles en la primaria --afortunadamente el martirio terminó con mi ingreso a la secundaria. Las razones para incomodarme son varias:
  • No me gusta bailar y allí tenía que hacerlo frente a una centena de papás.
  • Desde niño fui un clon de Sport Billy, es decir, lo mío era el deporte (el que me pusieran) y los ensayos para los bailables se realizaban justo en nuestra hora de deportes. De esa manera al menos tres meses eran desperdiciados aprendiendo pasos y coreografías.
  • Cada año se cantaba la misma canción a las madres, restándole así cualquier sentido de novedad que pudiera llegar a tener algo que en sí mismo, para mí, era aburrido.
  • Eran cursis.
  • Lo peor era el abrazo final de los papás donde yo me sentía ridículo.
De niño odiaba los festivales y se lo decía a todo mundo. Como papá esperaba evitar asistir a esas ridiculeces. Por supuesto, elaboré toda una argumentación --probablemente falaz-- sobre por qué dichas actividades eran un atentado contra el desarrollo físico de los niños mexicanos. Recuerdo que le decía, "si quieren ponernos a ensayar esas cosas que se busquen otro horario, pero que no me quiten mi hora de deportes que me correspondía". En Nueva York no recuerdo haber tenido que padecer semejante invasión y sí hacíamos festivales, pero nunca se sacrificaban las horas destinadas al deporte.
Ayer asistí al festival navideño de mi hijo en su escuela, donde recrearían escenas del Cascanueces de Tchaikovsky. Tomaba fotos y filmaba el bailable. Fue el segundo festival al que asistí, pero del primero ni me acuerdo sobre qué fue. Así que el de ayer fue como el primero. Llegamos a la escuela cuando daban la segunda llamada. Y comenzó...
Filmaba mientras aguardaba impaciente que saliera mi hijo a escena. Personificaría a uno de los ratones en la batalla contra los soldados. Llegó el momento. Salió mi ratón con su espada listo para blandirla contra el enemigo. Duró unos cinco minutos y llegaron los aplausos. En ese momento sentí una gran emoción y me descubrí a punto de soltar un par de lágrimas. Me contuve --no sé por qué lo hice--, ninguna escurrió mi mejilla. No recuerdo antes haber llegado a ese estado emocional. Claro que he llorado, pero nunca había sentido la necesidad de hacerlo por felicidad y orgullo. Estaba tan contento de ver lo que mi hijo había logrado en su festival que me superó.
El grinch de los festivales tiene ahora otra percepción de ellos. Por supuesto que mi hijo es el ratón cuyo perfil se puede apreciar en la foto.

11.12.07

Mis rolas favoritas de Metallica


  1. Master of Puppets
  2. Welcome Home (Sanitarium)
  3. Fade to Black
  4. Orion
  5. One
  6. The Four Horseman
  7. Blackened
  8. The Call of Ktlulu

Recibí de Mallén (Huellas en el aire) este Meme --aún no sé bien qué sea, pero le entro. Ahora debo pasar la estafeta a ocho personas más que yo escoja donde cada uno debe poner las ocho cosas que más les lo que sea. Los elegidos son: Acordes del Alma, Alardes de Tortuga, Fotómetro, Imagíname, James Joyce, Mar de Preguntas, Sólo para Locos y Sulo.

Las reglas son las siguientes: cada una de las personas seleccionadas deberá escoger sus ocho cosas de lo que prefieran, publicarlas en su blog junto a las reglas del juego y seleccionar a su vez, a otras ocho personas. Posteriormente han de dejar un comentario en los respectivos blogs avisándoles que fueron seleccionados para participar en el juego.

6.12.07

La normalidad de la rareza

(Publicado en Istmo, 293, noviembre-diciembre 2007)

El diálogo es uno de los recursos más antiguos utilizados en literatura. Platón se adueñó de este estilo para desarrollar su filosofía. Es probable que el lenguaje haya surgido así, como un intercambio de ideas entre dos o más seres humanos.

Hace un par de años, Jorge Volpi señaló la ausencia de una colección literaria que fuera a dos voces, donde el lector pudiera seguir una conversación en torno a la política, el arte, la literatura o la historia. El resultado de tal inquietud puede leerse en Heterodoxos mexicanos.

En un exquisito intercambio de palabras, Rubén Gallo e Ignacio Padilla se adentran en los escritos de autores como Martín Luis Guzmán, José Vasconcelos, Revueltas y Paz, entre otros, cuyo común denominador es su rareza. Sin embargo, su heterodoxia lo es sólo por costumbre. Es decir, por la literatura que normalmente encontramos en ellos.

La antología es sumamente pedagógica. Al tiempo que uno lee los textos aprende un poquito más de cada autor, gracias a la conversación entre Nacho y Rubén.
Fue como sentarme en una cafetería y estar presente en este vaivén de ideas mientras analizábamos –yo también– cada una de las heterodoxias presentadas de estos clásicos mexicanos.
Roberto Rivadeneyra

Heterodoxos mexicanos
Rubén Gallo e Ignacio Padilla
FCE. México, 2006.
166 págs.

5.12.07

La ensuciada política mexicana

La democracia es un concepto cuya esencia implica transparencia. Hablar del Fango de la democracia es en sí mismo algo sugerente, pues lo cristalino ha quedado escondido, un poco borroso e, incluso, cubierto. ¿Estamos hablando de la democracia sucia, de una democracia cuya virtud no alcanza a percibirse? Se aproxima como una contradicción. Sin embargo, basta recordar la polémica que las elecciones del 2 de julio de 2006 suscitaron para verificar el hecho de percibir lodo alrededor de nuestra democracia.

Es cierto que los hombres no hemos ideado mejor sistema político que el democrático —al menos esta es la percepción democrática de la mayoría de las personas. En ella el pueblo es un miembro activo que puede y debe participar, pues sólo haciéndolo es que la democracia se construye. No por ello hemos de ignorar los bemoles que como todo régimen, éste trae consigo.

En el presente libro se compilan varios ensayos sobre la política mexicana. Desde diferentes ángulos aborda temas como la coyuntura de las elecciones pasadas, la naturaleza del mexicano por medio de sus costumbres y tradiciones, así como nuestra concepción de nacionalismo. Con sus nueve textos crea un calidoscopio lleno de mexicaneidad donde política y cultura confluyen. La agudeza en los textos de Bartra es un distintivo que vale la pena tomar en cuenta.

El autor es un reconocido analista de la escena mexicana en sus distintas facetas. El lenguaje fluido que caracteriza sus escritos es la cortesía con la que engancha a sus lectores en una odisea cuya profundidad es meritoria. Bajo su pluma, el mexicano siempre estará expuesto.

Roberto Rivadeneyra

Fango sobre la democracia
Roger Bartra
México D.F., 2007
Temas de hoy, pp. 305

4.12.07

El Autista

Hace un par de años aproximadamente, me bautizaron con el mote de Autista. De cariño terminaron por decirme "El Autist". Al principio me parecía exagerado el apodo pues no me consideraba tan distante de los seres humanos.

La historia comienza cuando me cambian de ubicación en el trabajo anterior. El lugar al cual llegué era como una caballeriza, muy al estilo de las oficinas de hoy en día, 11 personas trabajando en el mismo lugar con un escritorio representativo donde cada uno tiene su computadora para llevar a cabo las tareas encomendadas. Como ustedes ya bien saben, me gusta, entre otras cosas, el metal, rock y una variedad de música. A mí me gusta trabajar con música --de hecho ahora mismo lo hago. En mi primer día decidí que escucharía lo que todos escuchan. Así lo intenté. La realidad fue que no aguanté, no logré soportar cuando una compañera puso a una cantante de pop mexicano (Daniela Romo) y similares. En ese momento tomé la decisión. A partir del siguiente día escucharía mi música con audífonos. Así fue.

Llegué al otro día, me senté en mi lugar de trabajo y enchufé los audífonos a mis oídos desenchufándome del resto de las conversaciones y gustos musicales de los demás. Así me gané el mote de "El Autist". Entonces me puse a pensar sobre ello y llegué a la conclusión de que siempre he sido un poco así, alejado de los barullos. En la carrera recuerdo que cuando teníamos horas libres yo prefería, en lugar de salir a convivir con el resto de mis compañeros, donde tengo grandes amigos, quedarme en el salón leyendo, escribiendo o jugando ajedrez con algún otro "Autista".

Lo diré de otra manera: socializar me gusta, pero a ratos y soy muy celoso de lo que me gusta. Me platican mis papás y familia que desde pequeño era así. La gente a la que quería, una tía, mi bisabuela y demás, las apartaba --a los 2 años de edad-- del resto que convivían en familia para llevarla a una recámara, cerrar la puerta y allí jugar con esa persona. Con mis amigos también, si estoy con ellos no me gusta mucho que haya gente que desconozco a mi alrededor. De novio hacía lo mismo, me encerraba con mis parejas en mi recámara, le ponía seguro a la puerta y listo. Hoy también lo hago, me gusta estar con mi esposa y ahora con mi hijo.

Lo más curioso de esta anécdota es que mi hijo parece haber heredado ese gen, pues cuando asistimos a fiestas infantiles él juega solo. Rara vez lo hace con otros niños. En el momento que encuentra con qué entretenerse, se olvida de lo demás. Puede haber un mundo alrededor de él --de niños y adultos-- y él no se inmuta si ya encontró el objeto de su diversión.

Me parece que esto de ser "Autista" es una manera de ser selectivo. Tal vez no tenga nada de malo.

3.12.07