Esta es la tercer y última parte de la entrevista entre Natasha Mitchell y Philip Zimbardo. En 2001 el director Oliver Hirschbiegel realizó la adaptación del experimento de la Prisión de Stanford al cine con la magistral Das Experiment. El hecho es que la capacidad del hombre de convertirse en su peor propia versión sucede con mayor frecuencia de la que pensamos. Esta parte de la entrevista narra la transformación de un soldado estadounidense en una prisión de Irak.
NM: Philip Zimbardo, vayamos ahora hacia delante a 2003 y a otra prisión, Abu Ghraib en Irak. Me impresionó saber que Abu Ghraib en inglés significa la casa de los padres extraños, y de hecho era una extraña y horrible casa, ¿no lo crees?
PZ: Siempre lo fue. Era el centro de tortura y ejecución de Saddam Hussein. Lo que a los estadounidenses les sucedió fue que no estaban preparados para las consecuencias, no iban preparados para las insurgencias, las resistencias. Comenzaron a arrestar a estos insurgentes y no tenían donde colocarlos por lo que los ponían en Abu Ghraib, con lo que colmaron la prisión. Posteriormente se salió de control porque comenzaron a arrestar a familias enteras al realizar la limpieza de barrios.
En septiembre de 2003 Tier 1A, que es donde se llevaron a cabo los abusos y Tier 1B junto a ella, tenía aproximadamente 200 prisioneros. En pocos meses alcanzaron los mil y sólo tenían 8 guardias para lidiar con todos ellos. Los guardias no eran soldados comunes, eran reservistas del ejército, policías militares. Los medios de comunicación no han puesto atención a esto y es crítico. Eso quiere decir que no tenían ningún tipo de entrenamiento para lidiar con asuntos en una zona de guerra. Adicionalmente, Tier 1A era el centro de tortura suave; no se utiliza el abuso físico, sino variadas formas de interrogación psicológica.
NM: Todos recordamos las fotos que aparecieron de Abu Ghraib. ¿Cuál fue tu reacción inmediata a ello? De hecho, tú fuiste en representación de los soldados acusados de atrocidades; fuiste como un testigo experto, por lo menos.
PZ: Habían pasado 35 años desde el estudio de la Prisión de Stanford y para mí había sido superado y terminado. Pero cuando vi esas fotos que se mostraron por todo el mundo, me impresionaron. Eran abominables, pero tampoco eran tan sorprendentes pues esas mismas imágenes las había visto en el estudio de la Prisión de Stanford: reos con bolsas sobre sus cabezas, desnudados, forzados a realizar actos sexuales degradantes. Y estos soldados jóvenes constantemente escuchan por parte de la inteligencia militar, la CIA, que deben ganar la guerra pues de ellos dependerá la paz y vida de sus amigos en Estados Unidos, la seducción al mal es instantánea. Mi argumento es que estas son buenas personas empujados a cruzar esa línea.
NM: ¿Eso excusa su comportamiento? ¿Este es un caso que llamaría excusatorio?
PZ: Claro que no, para nada, pero lo que decimos es que podemos demostrar en mi análisis…Chip Frederick, fue un sargento personal en Tier 1A.
NM: Y él fue el hombre que juntó los cables para … es esa terrible imagen de ese hombre con los cables colgando de sus dedos y un gorro puntiagudo tipo Ku Klux Klan en su cara.
PZ: Es la imagen icónica de la tortura en este momento en el mundo. Los artistas la están utilizando. Pude conocer a esta persona bien. Era un soldado sobresaliente, tenía nueve medallas y reconocimientos, era un excelente guardia de prisión previo al incidente, un buen hombre de familia. Y en menos de un mes está haciendo estos actos terribles junto con los demás. Escogí defenderlo porque la administración de Bush y el ejército tuvieron que lidiar con la filtración de estas fotografías para decir que hay algunas manzanas podridas, algunos soldados coloretes, como mis guardias buenos el primer día que se corrompieron al estar en un lugar insano.
¿Por qué los peores acontecimientos en la cárcel de Abu Ghraib sucedieron durante el turno nocturno? En tres meses nunca hubo un oficial encargado que se diera una vuelta por el calabozo. ¿Por qué? Porque estaba sucio, había ratas por doquier, cortos de electricidad, escaseaba el agua, había alrededor de mil reos casi todos desnudos, el lugar apestaba y era peligroso. Los prisioneros y los guardias estaban muriéndose por estos ataques morteros. De modo que por un lado está la inteligencia militar, CIA, diciéndole a ochenta hombres y mujeres que hagan lo que tengan que hacer para que estén listos para ser interrogados. Por otro lado, no tienes a nadie de mayor rango diciendo que no debemos lastimar, debemos honrar la Convención de Ginebra, queremos mantener la dignidad del ejército estadounidense. Las señales que tuvieron fueron: haz mal, nadie está vigilando, el gato se ha ido y los ratones pueden salir a jugar.
NM: Aún así, el fiscal Michael Holly no compró tu argumentación ni la evidencia por lo que hoy conocemos como dinámica situacional social, tu análisis del sistema o la influencia de la situación en el comportamiento del soldado.
PZ: Chip Frederick admitió su culpabilidad, no había duda de que lo era, yo simplemente argumentaba que cuando se sentencia a cualquier persona a cárcel, entonces tenemos que tomar en cuenta cuáles fueron los acontecimientos, la situación, alrededor y las fuerzas sistémicas que hicieron que un buen hombre cometiera actos malos. No es posible enfocarse sólo a la libre voluntad o racionalidad individual.
NM: Hannah Arendt escribió sobre lo banal de la maldad, de los actores diarios mientras ella escribía sobre los horrores del Holocausto y sus ejecutores. Tú, por otro lado, hablas de la banalidad del heroísmo.
PZ: Hace un momento tú comentabas que yo estaba democratizando al mal. También democratizo el heroísmo de Hannah Arendt en su brillante análisis de Adolf Eichmann, quien fue el nazi responsable por las muertes de millones de judíos en Auschwitz, quien ella dijo que antes de Auschwitz esta persona era normal. Cuando lo ves en juicio en Nuremberg es alguien completamente normal. Menciona Arendt que lo terrible es que es espantosamente normal. Fue la situación de Auschwitz lo que transformó a esta buena persona en un monstruo. Lo que digo es que lo mismo puede decirse de los héroes, quienes son gente común y corriente que realizan actividades extraordinarias. Pienso en Nelson Mandela y la Madre Teresa de Calculta, Gandhi, Martin Luther King, personas que han organizado toda su vida alrededor del sacrificio. Son una excepción rara. La mayoría de los héroes lo son sólo de momento, son personas como aquél que expuso los abusos en la prisión de Abu Ghraib, alguien llamado Joe Darby, la persona más ordinaria del mundo.
NM: Quien ahora vive bajo una seguridad constante.
PZ: Su madre, esposa y él tuvieron que ser protegidos porque todos querían matarlo. En lugar de ser un héroe se convirtió en el enemigo de la gente porque mostró al mundo las atrocidades que les eran permitidas cometer a los soldados. Para ser un héroe, de acuerdo con mi análisis, no se necesita tener atributos especiales, no es que seas más conciente, altruista, menos egoísta, eres una persona común que en una situación particular, en un momento particular de tu vida, ve el mundo tal como realmente es. Como Christina Maslasch lo vio en el estudio de la Prisión de Stanford, donde otros 50 no lo vieron. Lo que quiero argumentar es que todos tenemos el potencial para ser malvados. Pero aún más importante, todos somos potencialmente héroes.
NM: Philip Zimbardo, ha sido un verdadero placer platicar contigo en este programa. Gracias por aceptar la invitación.
PZ: Natasha, me encanta tu programa. Muchas gracias.
[i] Traducción del inglés por Roberto Rivadeneyra.
Descubrir al hacedor y padre de este universo es difícil, pero, una vez descubierto, comunicárselo a todos es imposible. (Platón, Timeo, 28c)
30.11.07
29.11.07
El Lucifer que todos llevamos dentro[i] (v.2)
Ayer coloqué en la entrada anterior la primera parte de la entrevista que Natasha Mitchell le hizo en su programa de radio a Philip Zimbardo, doctor en psicología, especializado en el área social de ésta. En una ocasión (1971) llevó a cabo un experimento en el sótano de la Universdidad de Stanford: colocó a varias personas en un simulacro de prisión para conocer el comportamiento de unos y otros, reos y guardias, cuando todos estos jóvenes eran buenas personas. He aquí la segunda parte.
PZ: Y se ponía cada vez peor. Los guardias abusaban de los reos de la manera que se les ocurriera. Yo era el superintendente de la prisión y limitaba la agresión física, lo cual abrió la puerta para el abuso psicológico.
NM: Comenzaste más interesado en lo que los reos podían llegar a hacer, pero los guardias pronto se convirtieron el foco de interés, ¿no es así?
PZ: Sí, bueno, date cuenta que era 1971. En ese año estaba la revolución hippie, el sexo, las drogas y el rock and roll, pero también un movimiento anti-guerra y anti-cárceles. Así que los alumnos y yo mismo estábamos interesados en el comportamiento de los reos porque ninguno de nosotros imaginó ser guardias. Pero lo que terminó siendo fascinante fue la manera en la que los guardias se transformaron, quienes nosotros habíamos escogido y eran chicos normales, saludables –con estudios universitarios.
NM: Describes lo que fue una «ecología de la deshumanización».
PZ: Probablemente la deshumanización es el proceso psicológico básico que empuja a la gente buena a cometer cosas realmente malas. Piensas en la gente como menos que humanos, como animales. Los piensas como insectos, como bichos. Una vez inferiores, puedes hacer lo que te plazca o lo que el jefe te diga es necesario hacer. Lo sorprendente fue lo rápido y extremo que el medio ambiente le llegó a la gente.
En 36 horas el reo 861 tuvo el primer colapso emocional: gritaba, lloraba incontrolablemente, histérico. Tuvimos que dejarlo en libertad, era el organizador de la rebelión estudiantil. En el segundo día organizó una rebelión de los prisioneros contra los guardias pues no querían ser deshumanizados, no querían ser reducidos a números. Como era el organizador los guardias se enfocaron en él con la finalidad de destruirle su espíritu. De manera que pronto se convirtió en una venganza personal. Para el final del quinto día cinco alumnos tuvieron colapsos emocionales. Tuvimos que finalizar el estudio porque se salió completamente de control.
NM: Probablemente una de los hechos más perturbadores para mí fue que los reos no salieron a defenderse o apoyarse entre sí –ni los visitantes indicaron que había algún problema con lo que estaba sucediendo. De hecho, casi todos acabaron siendo cómplices del experimento, ¿no es así?
PZ: Totalmente. Acabas de tomar en cuenta algo que la mayor parte de la gente que conoce este estudio no ve. Si yo te digo que te imagines que eres un reo, ¿quién te gustaría tener para ayudarte? Tal vez dirías que un sacerdote católico o un defensor público o incluso tu madre. Traje varias veces a la prisión a todas esas personas. El punto es que lo que ellas vieron fue una escenificación, como las que se presentan en casi todas las cárceles cuando hay una audiencia o cuando se realiza una ejecución. Los padres, buenos clasemedieros, también forman parte de la situación de poder.
NM: Y aquí es donde tu rol es importante porque estuviste abogando por este experimento pero al mismo tiempo tuviste que hacer a un lado las pasiones, comportarte como el científico de una investigación objetiva –un conflicto de intereses, seguramente.
PZ: Volviste a dar en el clavo. Fue un gran error. No se pueden tomar ambos papeles. El experimentador tiene que ser objetivo y esencialmente de una manera que esté por encima de la realidad mundana de lo que está sucediendo, pues tu labor es la de obtener información. Así es posible saber que todo se está llevando lo más éticamente y científicamente posible. Como superintendente de la prisión tu trabajo es mantener la integridad de la misma.
NM: Fue alguien cercano a ti, un colega psicólogo, de hecho tu esposa, quien te planteó que lo terminaras lo antes posible. ¿Quién en cierto sentido te mostró la realidad de lo que habías creado?
PZ: Estar en una situación donde creé el infierno en el paraíso. La Universidad de Stanford es una de las universidades más hermosas en el mundo y logré crear un infierno en el sótano del Departamento de Psicología para todos esos alumnos. Esta joven mujer, Christina Maslach, recientemente había logrado entrar como profesora de psicología en Berkeley y nosotros apenas comenzábamos a salir. Miré y frente a mi puerta sucedía la tradicional ida al baño de las 10. Había reos con bolsas de papel en sus cabezas, las piernas encadenadas y un brazo en el hombre de cada uno de sus compañeros, marchando ciegos por el pasillo con los guardias gritándoles obscenamente. Subí la mirada de lo que estaba haciendo y dije: «oye Chris, mira eso, el crisol del comportamiento humano». Y ella dijo: «¡No quiero ver nada más de esto! No quiero escuchar sobre simulación, ni sobre el poder de la situación. Es terrible lo que les estás haciendo a estos muchachos. No son estudiantes, no son reos, no son guardias, son jóvenes, lo que les está sucediendo es terrible y tú eres el responsable de ello». Sentí como si tuviera una catarata en mis ojos. No lograba ver esta obviedad que ella logró ver en diez minutos que estuvo allí.
NM: Hablas de la disonancia cognitiva. Me parece que ese es un punto muy importante cuando los valores y moral personales están realmente en desventaja con su comportamiento.
PZ: Sí, es un fenómeno que se ha estudiado bastante por psicólogos. Sé que en Australia y en Estados Unidos se ha hecho. Tú sabes, cuando tu comportamiento no se acopla con tus valores y actitudes, lo que típicamente sucede es que tus valores y actitudes cambian para encajar con el comportamiento en lugar de que esto sea al revés.
NM: Sí, tendemos a patologizar los actos malos, ¿no? En los círculos de psicología, tu propia profesión, existe una tendencia a decir que la gente que realiza actos malos tiene una mente repugnante o que tiene una serie de genes repugnantes. En cierta medida esto democratizó al mal, este trabajo.
PZ: Existe una tendencia de explicar todo en términos de genética, procesos cerebrales, rasgos personales. Nuestra investigación es realmente una reacción esperada que dice sí, el comportamiento siempre es producto de lo que la gente trae hacia una situación. Pero lo que todos hemos subestimado es qué tan poderosas y sutiles son las fuerzas situacionales como para reconfigurar nuestro comportamiento. Ser conscientes de poseer esta vulnerabilidad es en sí misma la mejor protección contra ello.
NM: Hubo unas ganancias personales no esperadas para los alumnos y personal que formó parte de este experimento.
PZ: La fórmula común para evaluar un experimento éticamente cuestionado es, ¿la ganancia hacia la sociedad y la ciencia es superior al costo y dolor de los participantes? En este experimento la gente sufrió y eso lo hace no-ético. Sin embargo, hubo más ganancia de este experimento que de cualquier otro que yo conozca. Por ejemplo, ese joven Doug de la prisión 861, el primero en sufrir un colapso, tuvo un impacto tan fuerte en él que obtuvo una licenciatura en psicología clínica en Berkeley y por los últimos 25 años ha sido psicólogo de prisión en San Francisco. Mis alumnos hicieron una película que titularon La furia silenciosa: El experimento de la Prisión de Stanford, y lo que él comentó cuando los alumnos lo entrevistaron fue que toda su vida ha girado en torno a tratar de elevar la dignidad de los reos que son puestos bajo situaciones de abuso, así como reducir el potencial de sadismo en los guardias.
[i] Traducción del inglés por Roberto Rivadeneyra.
PZ: Y se ponía cada vez peor. Los guardias abusaban de los reos de la manera que se les ocurriera. Yo era el superintendente de la prisión y limitaba la agresión física, lo cual abrió la puerta para el abuso psicológico.
NM: Comenzaste más interesado en lo que los reos podían llegar a hacer, pero los guardias pronto se convirtieron el foco de interés, ¿no es así?
PZ: Sí, bueno, date cuenta que era 1971. En ese año estaba la revolución hippie, el sexo, las drogas y el rock and roll, pero también un movimiento anti-guerra y anti-cárceles. Así que los alumnos y yo mismo estábamos interesados en el comportamiento de los reos porque ninguno de nosotros imaginó ser guardias. Pero lo que terminó siendo fascinante fue la manera en la que los guardias se transformaron, quienes nosotros habíamos escogido y eran chicos normales, saludables –con estudios universitarios.
NM: Describes lo que fue una «ecología de la deshumanización».
PZ: Probablemente la deshumanización es el proceso psicológico básico que empuja a la gente buena a cometer cosas realmente malas. Piensas en la gente como menos que humanos, como animales. Los piensas como insectos, como bichos. Una vez inferiores, puedes hacer lo que te plazca o lo que el jefe te diga es necesario hacer. Lo sorprendente fue lo rápido y extremo que el medio ambiente le llegó a la gente.
En 36 horas el reo 861 tuvo el primer colapso emocional: gritaba, lloraba incontrolablemente, histérico. Tuvimos que dejarlo en libertad, era el organizador de la rebelión estudiantil. En el segundo día organizó una rebelión de los prisioneros contra los guardias pues no querían ser deshumanizados, no querían ser reducidos a números. Como era el organizador los guardias se enfocaron en él con la finalidad de destruirle su espíritu. De manera que pronto se convirtió en una venganza personal. Para el final del quinto día cinco alumnos tuvieron colapsos emocionales. Tuvimos que finalizar el estudio porque se salió completamente de control.
NM: Probablemente una de los hechos más perturbadores para mí fue que los reos no salieron a defenderse o apoyarse entre sí –ni los visitantes indicaron que había algún problema con lo que estaba sucediendo. De hecho, casi todos acabaron siendo cómplices del experimento, ¿no es así?
PZ: Totalmente. Acabas de tomar en cuenta algo que la mayor parte de la gente que conoce este estudio no ve. Si yo te digo que te imagines que eres un reo, ¿quién te gustaría tener para ayudarte? Tal vez dirías que un sacerdote católico o un defensor público o incluso tu madre. Traje varias veces a la prisión a todas esas personas. El punto es que lo que ellas vieron fue una escenificación, como las que se presentan en casi todas las cárceles cuando hay una audiencia o cuando se realiza una ejecución. Los padres, buenos clasemedieros, también forman parte de la situación de poder.
NM: Y aquí es donde tu rol es importante porque estuviste abogando por este experimento pero al mismo tiempo tuviste que hacer a un lado las pasiones, comportarte como el científico de una investigación objetiva –un conflicto de intereses, seguramente.
PZ: Volviste a dar en el clavo. Fue un gran error. No se pueden tomar ambos papeles. El experimentador tiene que ser objetivo y esencialmente de una manera que esté por encima de la realidad mundana de lo que está sucediendo, pues tu labor es la de obtener información. Así es posible saber que todo se está llevando lo más éticamente y científicamente posible. Como superintendente de la prisión tu trabajo es mantener la integridad de la misma.
NM: Fue alguien cercano a ti, un colega psicólogo, de hecho tu esposa, quien te planteó que lo terminaras lo antes posible. ¿Quién en cierto sentido te mostró la realidad de lo que habías creado?
PZ: Estar en una situación donde creé el infierno en el paraíso. La Universidad de Stanford es una de las universidades más hermosas en el mundo y logré crear un infierno en el sótano del Departamento de Psicología para todos esos alumnos. Esta joven mujer, Christina Maslach, recientemente había logrado entrar como profesora de psicología en Berkeley y nosotros apenas comenzábamos a salir. Miré y frente a mi puerta sucedía la tradicional ida al baño de las 10. Había reos con bolsas de papel en sus cabezas, las piernas encadenadas y un brazo en el hombre de cada uno de sus compañeros, marchando ciegos por el pasillo con los guardias gritándoles obscenamente. Subí la mirada de lo que estaba haciendo y dije: «oye Chris, mira eso, el crisol del comportamiento humano». Y ella dijo: «¡No quiero ver nada más de esto! No quiero escuchar sobre simulación, ni sobre el poder de la situación. Es terrible lo que les estás haciendo a estos muchachos. No son estudiantes, no son reos, no son guardias, son jóvenes, lo que les está sucediendo es terrible y tú eres el responsable de ello». Sentí como si tuviera una catarata en mis ojos. No lograba ver esta obviedad que ella logró ver en diez minutos que estuvo allí.
NM: Hablas de la disonancia cognitiva. Me parece que ese es un punto muy importante cuando los valores y moral personales están realmente en desventaja con su comportamiento.
PZ: Sí, es un fenómeno que se ha estudiado bastante por psicólogos. Sé que en Australia y en Estados Unidos se ha hecho. Tú sabes, cuando tu comportamiento no se acopla con tus valores y actitudes, lo que típicamente sucede es que tus valores y actitudes cambian para encajar con el comportamiento en lugar de que esto sea al revés.
NM: Sí, tendemos a patologizar los actos malos, ¿no? En los círculos de psicología, tu propia profesión, existe una tendencia a decir que la gente que realiza actos malos tiene una mente repugnante o que tiene una serie de genes repugnantes. En cierta medida esto democratizó al mal, este trabajo.
PZ: Existe una tendencia de explicar todo en términos de genética, procesos cerebrales, rasgos personales. Nuestra investigación es realmente una reacción esperada que dice sí, el comportamiento siempre es producto de lo que la gente trae hacia una situación. Pero lo que todos hemos subestimado es qué tan poderosas y sutiles son las fuerzas situacionales como para reconfigurar nuestro comportamiento. Ser conscientes de poseer esta vulnerabilidad es en sí misma la mejor protección contra ello.
NM: Hubo unas ganancias personales no esperadas para los alumnos y personal que formó parte de este experimento.
PZ: La fórmula común para evaluar un experimento éticamente cuestionado es, ¿la ganancia hacia la sociedad y la ciencia es superior al costo y dolor de los participantes? En este experimento la gente sufrió y eso lo hace no-ético. Sin embargo, hubo más ganancia de este experimento que de cualquier otro que yo conozca. Por ejemplo, ese joven Doug de la prisión 861, el primero en sufrir un colapso, tuvo un impacto tan fuerte en él que obtuvo una licenciatura en psicología clínica en Berkeley y por los últimos 25 años ha sido psicólogo de prisión en San Francisco. Mis alumnos hicieron una película que titularon La furia silenciosa: El experimento de la Prisión de Stanford, y lo que él comentó cuando los alumnos lo entrevistaron fue que toda su vida ha girado en torno a tratar de elevar la dignidad de los reos que son puestos bajo situaciones de abuso, así como reducir el potencial de sadismo en los guardias.
[i] Traducción del inglés por Roberto Rivadeneyra.
28.11.07
El Lucifer que todos llevamos dentro[i] (v. 1)
Hace un par de meses se me encomendó la tarea de traducir esta entrevista. Creo que el acercamiento antropológico que se le puede dar es vasto. Dada la extensión de la entrevista la compartiré en tres episodios. Próximamente se publicará en una revista mexicana independiente titulada El Polemista. Espero que la disfruten.
Natasha Mitchell entrevista a Philip Zimbardo
Natasha Mitchell: Bienvenidos a Todo en la mente en ABC Radio Nacional con Natasha Mitchell. Hoy, cuando buenas personas llevan a cabo actos terribles, la oculta capacidad en cada uno de nosotros –tú también– para conformar, abusar del poder y dañar a otros atrozmente.
Philip Zimbardo: Cualquiera de nosotros podría ser seducido para cruzar esa línea entre el bien y el mal. La mayoría de las personas son buenas personas la mayor parte del tiempo y nos gustaría pensar que siempre lo seremos, que nunca cruzaremos ese límite. Lo que mi investigación con el estudio de la Prisión de Stanford y mis reportajes sobre Abu Ghraib [ii] y otras situaciones –en principio estudié las prisiones de Brasil– me llevan a concluir es que la mayoría de las personas, bajo ciertas condiciones, donde existe una deshumanización en el trabajo, anonimato, responsabilidad difusa pueden cruzar esa línea y llevar a cabo acciones que ellas mismas nunca hubieran pensado hacer.
De manera que la pregunta es, ¿qué tan bien te conoces? ¿Qué tan seguro puedes estar cuando afirmas que tú nunca harías tal cosa, por ejemplo, que siendo un guardia en la prisión de Abu Ghraib nunca abusaría de los prisioneros, nunca haría tan terribles cosas?
NM: El hombre detrás de uno de los experimentos psicológicos más conocidos de la historia, Philip Zimbardo, profesor emérito de la Universidad de Stanford, es mi invitado el día de hoy, quien comenta que el experimento de la Prisión de Stanford de 1971 nunca deberá repetirse.
[Noticia de último momento: (Tony Jones)…Hace 30 años, un científico estadounidense llevó a cabo uno de los experimentos más conocidos. Durante los seis días que se realizó el estudio, los guardias mostraron tales signos de brutalidad que los prisioneros comenzaron a manifestar señales de perturbación mental y el experimento tuvo que detenerse.]
Philip Zimbardo, en el documental La furia silenciosa: El experimento de la Prisión de Stanford[iii] comenta: «Aquí fue donde todo sucedió, en el verano de 1971. A lo largo de este pasillo en el sótano del Departamento de Psicología fue donde se convirtieron las oficinas y almacenes en celdas y alumnos como tú, universitarios a lo largo de todo el país interpretaron los papeles de custodios y reos. Este pequeño clóset sirvió como el cuarto de aislamiento, donde los guardias traían a los prisioneros como castigo».
NM: Una figura importante de la psicología y ex presidente de la Asociación Psicológica Americana,[iv] Philip Zimbardo tiene un nuevo libro titulado The Lucifer Effect: How Good People Turn Evil y recientemente fue un testigo experto en el caso de un soldado norteamericano acusado de haber cometido atrocidades en el escándalo de Abu Ghraib.
PZ: Es un placer estar contigo, Natasha.
NM: Lucifer era el ángel favorito de Dios, platícame acerca del título de tu nuevo libro, The Lucifer Effect.
PZ: Siempre me ha maravillado esa historia, o mito, donde se menciona que el ángel aparentemente predilecto de Dios un día fue expulsado del cielo y colocado en el infierno. Paradójicamente, fue Dios quien creó el infierno. La razón por la cual fue expulsado es que cuando Dios creó a Adán, quería que todos los ángeles lo adoraran como su criatura perfecta. Lucifer y algunos otros ángeles decidieron no hacerlo, y cometieron dos pecados al mismo tiempo: orgullo y desobediencia. Le puse a mi libro el título de The Lucifer Effect porque esta es una de las transformaciones extremas de bien a mal, de bueno a malvado que pueda imaginarse. Es el ángel favorito de Dios, no solo cualquier ángel, quien se convierte en el Demonio, no solo en cualquier tipo malo.
La mayoría de la gente, bajo ciertas circunstancias, puede ser seducida, iniciada, reclutada para realizar actos malos. Por actos malos no necesariamente me refiero a torturas brutales. El mal suele iniciar con bromas, intimidaciones, trampas, mentiras, chismes y pisoteando la reputación de las personas.
NM: Regresemos al experimento de la Prisión de Stanford y lo escalofriante que fue esa semana en los pasillos de la universidad. Phil, móntanos la escena.
PZ: En ese momento estaba interesado en la pregunta básica: ¿Qué sucede si colocas a gente buena en lugares malos? ¿La bondad de la gente, lo humano se sobrepone a las cualidades de un ambiente tipo cárcel? Y sabemos que a lo largo del mundo las cárceles son lugares donde se gesta desprecio, hostilidad, agresión, violencia –casi todos los peores males de la naturaleza humana. Sin embargo, la gente mala que entra a prisión casi siempre sale peor. Creamos el simulacro de prisión porque queríamos controlar el tipo de personas que entraban en ella como reos o guardias. Queríamos asegurarnos de que no existía ninguna diferencia preexistente entre los chicos que serían seleccionados para desarrollar cualquiera de esos papeles.
NM: Fue una simulación planeada hasta el último detalle. La policía local arrestó a los muchachos; te ayudó tener un amigo que fue jefe de la cuadrilla de libertad condicional.
PZ: Podrías decir que soy dramático o que debí ser director de cine en lugar de psicólogo. Pero traté de hacerlo muy real. Teníamos a un capellán católico en la prisión que venía a platicar y aconsejar a los muchachos. También había un ex convicto jefe de libertad condicional, visitas nocturnas con sus padres, novios, novias y un defensor público.
NM: El experimento ahora tiene el estatus de culto entre de los alumnos de psicología. En el transcurso de los días, ¿qué hechos terribles sucedieron?
PZ: Lo peor que les ocurre a los guardias en prisión es que se aburren. Los guardias, especialmente en el turno de la noche –y esto es verídico tanto en Stanford como más tarde en Abu Ghraib–, llevan a cabo los peores abusos. Los alumnos o los reos están durmiendo, y los guardias los despertaban para jugar con ellos y así divertirse. La diversión se puso cada vez más extrema. Entre hombres la diversión siempre es hacia la humillación y degradación sexual.
Por ejemplo, si tú dijeras que ves algo en el piso, te pedirían que te acostaras y lo cogieras. Estaban aburridos de ver a los reos haciendo lagartijas. Entonces dirían, «Perfecto, ahora eres Frankenstein, eres la señora Frankenstein». Camina como ellos, abrázalos, di que los amas. La situación comienza a ser homofóbica. Posteriormente le piden a los reos que salten sobre sus compañeros, pero éstos traen puestos un delantal sin calzoncillos y cuando realizan el salto sus testículos golpean la cabeza de los demás y los guardias se ponen histéricos.
NM: Asqueroso.
[i] Traducción del inglés por Roberto Rivadeneyra.
[ii] Prisión en Irak.
[iii] Quiet Rage: The Stanford Prision Experiment.
[iv] American Psichological Association (APA)
Natasha Mitchell entrevista a Philip Zimbardo
Natasha Mitchell: Bienvenidos a Todo en la mente en ABC Radio Nacional con Natasha Mitchell. Hoy, cuando buenas personas llevan a cabo actos terribles, la oculta capacidad en cada uno de nosotros –tú también– para conformar, abusar del poder y dañar a otros atrozmente.
Philip Zimbardo: Cualquiera de nosotros podría ser seducido para cruzar esa línea entre el bien y el mal. La mayoría de las personas son buenas personas la mayor parte del tiempo y nos gustaría pensar que siempre lo seremos, que nunca cruzaremos ese límite. Lo que mi investigación con el estudio de la Prisión de Stanford y mis reportajes sobre Abu Ghraib [ii] y otras situaciones –en principio estudié las prisiones de Brasil– me llevan a concluir es que la mayoría de las personas, bajo ciertas condiciones, donde existe una deshumanización en el trabajo, anonimato, responsabilidad difusa pueden cruzar esa línea y llevar a cabo acciones que ellas mismas nunca hubieran pensado hacer.
De manera que la pregunta es, ¿qué tan bien te conoces? ¿Qué tan seguro puedes estar cuando afirmas que tú nunca harías tal cosa, por ejemplo, que siendo un guardia en la prisión de Abu Ghraib nunca abusaría de los prisioneros, nunca haría tan terribles cosas?
NM: El hombre detrás de uno de los experimentos psicológicos más conocidos de la historia, Philip Zimbardo, profesor emérito de la Universidad de Stanford, es mi invitado el día de hoy, quien comenta que el experimento de la Prisión de Stanford de 1971 nunca deberá repetirse.
[Noticia de último momento: (Tony Jones)…Hace 30 años, un científico estadounidense llevó a cabo uno de los experimentos más conocidos. Durante los seis días que se realizó el estudio, los guardias mostraron tales signos de brutalidad que los prisioneros comenzaron a manifestar señales de perturbación mental y el experimento tuvo que detenerse.]
Philip Zimbardo, en el documental La furia silenciosa: El experimento de la Prisión de Stanford[iii] comenta: «Aquí fue donde todo sucedió, en el verano de 1971. A lo largo de este pasillo en el sótano del Departamento de Psicología fue donde se convirtieron las oficinas y almacenes en celdas y alumnos como tú, universitarios a lo largo de todo el país interpretaron los papeles de custodios y reos. Este pequeño clóset sirvió como el cuarto de aislamiento, donde los guardias traían a los prisioneros como castigo».
NM: Una figura importante de la psicología y ex presidente de la Asociación Psicológica Americana,[iv] Philip Zimbardo tiene un nuevo libro titulado The Lucifer Effect: How Good People Turn Evil y recientemente fue un testigo experto en el caso de un soldado norteamericano acusado de haber cometido atrocidades en el escándalo de Abu Ghraib.
PZ: Es un placer estar contigo, Natasha.
NM: Lucifer era el ángel favorito de Dios, platícame acerca del título de tu nuevo libro, The Lucifer Effect.
PZ: Siempre me ha maravillado esa historia, o mito, donde se menciona que el ángel aparentemente predilecto de Dios un día fue expulsado del cielo y colocado en el infierno. Paradójicamente, fue Dios quien creó el infierno. La razón por la cual fue expulsado es que cuando Dios creó a Adán, quería que todos los ángeles lo adoraran como su criatura perfecta. Lucifer y algunos otros ángeles decidieron no hacerlo, y cometieron dos pecados al mismo tiempo: orgullo y desobediencia. Le puse a mi libro el título de The Lucifer Effect porque esta es una de las transformaciones extremas de bien a mal, de bueno a malvado que pueda imaginarse. Es el ángel favorito de Dios, no solo cualquier ángel, quien se convierte en el Demonio, no solo en cualquier tipo malo.
La mayoría de la gente, bajo ciertas circunstancias, puede ser seducida, iniciada, reclutada para realizar actos malos. Por actos malos no necesariamente me refiero a torturas brutales. El mal suele iniciar con bromas, intimidaciones, trampas, mentiras, chismes y pisoteando la reputación de las personas.
NM: Regresemos al experimento de la Prisión de Stanford y lo escalofriante que fue esa semana en los pasillos de la universidad. Phil, móntanos la escena.
PZ: En ese momento estaba interesado en la pregunta básica: ¿Qué sucede si colocas a gente buena en lugares malos? ¿La bondad de la gente, lo humano se sobrepone a las cualidades de un ambiente tipo cárcel? Y sabemos que a lo largo del mundo las cárceles son lugares donde se gesta desprecio, hostilidad, agresión, violencia –casi todos los peores males de la naturaleza humana. Sin embargo, la gente mala que entra a prisión casi siempre sale peor. Creamos el simulacro de prisión porque queríamos controlar el tipo de personas que entraban en ella como reos o guardias. Queríamos asegurarnos de que no existía ninguna diferencia preexistente entre los chicos que serían seleccionados para desarrollar cualquiera de esos papeles.
NM: Fue una simulación planeada hasta el último detalle. La policía local arrestó a los muchachos; te ayudó tener un amigo que fue jefe de la cuadrilla de libertad condicional.
PZ: Podrías decir que soy dramático o que debí ser director de cine en lugar de psicólogo. Pero traté de hacerlo muy real. Teníamos a un capellán católico en la prisión que venía a platicar y aconsejar a los muchachos. También había un ex convicto jefe de libertad condicional, visitas nocturnas con sus padres, novios, novias y un defensor público.
NM: El experimento ahora tiene el estatus de culto entre de los alumnos de psicología. En el transcurso de los días, ¿qué hechos terribles sucedieron?
PZ: Lo peor que les ocurre a los guardias en prisión es que se aburren. Los guardias, especialmente en el turno de la noche –y esto es verídico tanto en Stanford como más tarde en Abu Ghraib–, llevan a cabo los peores abusos. Los alumnos o los reos están durmiendo, y los guardias los despertaban para jugar con ellos y así divertirse. La diversión se puso cada vez más extrema. Entre hombres la diversión siempre es hacia la humillación y degradación sexual.
Por ejemplo, si tú dijeras que ves algo en el piso, te pedirían que te acostaras y lo cogieras. Estaban aburridos de ver a los reos haciendo lagartijas. Entonces dirían, «Perfecto, ahora eres Frankenstein, eres la señora Frankenstein». Camina como ellos, abrázalos, di que los amas. La situación comienza a ser homofóbica. Posteriormente le piden a los reos que salten sobre sus compañeros, pero éstos traen puestos un delantal sin calzoncillos y cuando realizan el salto sus testículos golpean la cabeza de los demás y los guardias se ponen histéricos.
NM: Asqueroso.
[i] Traducción del inglés por Roberto Rivadeneyra.
[ii] Prisión en Irak.
[iii] Quiet Rage: The Stanford Prision Experiment.
[iv] American Psichological Association (APA)
27.11.07
Conversar con el niño
Para Saramago escribir es una necesidad epistemológica. Como cualquier griego haría frente al dintel de Delfos, el portugués urde en cada una de sus textos su propio ser. En Manual de pintura y caligrafía quedará manifiesto este deseo: «Escribir no es otra tentativa de destrucción sino más bien la tentativa de reconstruirlo todo por el lado de dentro, midiendo y pesando todos los engranajes, las ruedas dentadas, contrastando los ejes milimétricamente, examinando el oscilar silencioso de los muelles y la vibración rítmica de las moléculas en el interior de los aceros».
Con la intención de conocerse y, particularmente, hacerlo con ese niño que fue, Saramago elabora Las pequeñas memorias, título afortunado pues además de compartir sus memorias, éstas no superan los 15 o 16 años haciendo de este un libro sumamente breve y ameno. En cada anécdota que relata descubro a un Saramago sorprendido, como diciendo, ¡sí, esto me pasó! El niño vuelve a borbotear. El Nobel nos acerca al pequeño y el pequeño al escritor. En esta dialéctica nosotros –también– conocemos la tierra y el techo que el portugués escucharía –como afirma Héctor Febles, quien señala la capacidad acústica del portugués cuando escribe– para después iniciarse en la profesión literaria.
Saramago devela el niño que es y que fue y que quiere seguir siendo. Esa capacidad de asombro indudablemente le valió el premio en 1998. Porque su literatura es eso, un constante descubrimiento de la realidad. Ésta, a través de su voz narrativa encuentra eco en cada uno de nosotros. Sus relatos son una reminiscencia frecuente hacia su pasado. Siempre existirá alguna explicación técnica sobre un hecho rural porque así fue su infancia: humilde y pobre. Dos elementos que no le coartaron la posibilidad de ser feliz.
No encuentro detalles que delaten al adulto resentido. Incluso narra un verdadero abuso a su integridad cuya indignación es mayúscula y, sin embargo, para él es sólo una memoria más. Como lo serán las regresiones a la escuela, la lectura, sus abuelos maternos, su madre, su difunto hermano y la rigidez de su padre. En cada uno de estos relatos se busca y se construye, reconstruyendo así con el lector al niño que fue y que desde el adulto escribe. Ese niño que en cada uno de nosotros vive y que algunos hemos aislado por sentirlo un estorbo para nuestras nuevas responsabilidades. Saramago no lo entiende así. Al contrario, lo expone, lo exhibe y así nos muestra que él, como muchos, vive en armonía con el niño que fue.
Para mí que él, el niño, es quien le dicta, como el tío Ceferino a Rulfo, sus historias. Estas pequeñas memorias me lo dijeron.
Roberto Rivadenerya
Las pequeñas memorias
José Saramago
Alfaguara. México DF, 2007.
179 págs.
26.11.07
El futuro
El otro día jugaba en mi Play Station cuando llegó mi hijo y me arrebató el control. Desde entonces todos los días me pide que se lo ponga un rato y no hay poder que lo haga compartirme el control. Me impresiona que a sus dos años con siete meses ya esté manipulando los videojuegos. No por eso dejaré de fomentarle el deporte y actividades al aire libre, pero sí soy un acérrimo defensor de los videojuegos. Creo en sus poderes neuronales.
23.11.07
Hacia la oscuridad
Otra vez Platón...
El fin de semana pasado se fue la luz en mi casa. Fue el sábado, ahora lo recuerdo. Veía el partido del Cruz Azul cuando al inicio del segundo tiempo....
El fin de semana pasado se fue la luz en mi casa. Fue el sábado, ahora lo recuerdo. Veía el partido del Cruz Azul cuando al inicio del segundo tiempo....
Entonces decidí sentarme en la sala, solo, a contemplar la oscuridad. No parpadeaba. Quería que la oscuridad penetrara en mí. No lograba ver nada. Si acaso el sillón sobre el que me encontraba sentado. Pensé en la Caverna e imaginé ser uno de esos prisioneros. Lo era. Pegado al sofá no vislumbraba nada. Poco a poco la ansiedad comenzaba a apoderarse de mí. No poder ver nada enloquece. Ni siquiera podía ver sombras. Todo era negro. Era un manto fascinante. Decidí liberarme de mi estado y caminar por la casa. Gracias al conocimiento que tengo de mi departamento no chocaba con las paredes y otros muebles. Sin embargo, seguía ciego. Recordé que alguna vez viví una sensación similar. Íbamos por una carretera en un pueblo de provincia. Era de noche. No había farolas que iluminaran el camino. Sólo los faros del coche. No venían vehículos delante ni detrás de nosotros. Mi papá decidió apagar las luces del auto. Impresionante. No se veía absolutamente nada. Si acaso un haz de luna que timidamente iluminaba algo. Oscuridad profunda. Fue una experiencia genial. ¡Única!
Regresó la luz en la casa y extrañé esa sensación. Como el prisionero de la Caverna, quería regresar al nicho de sombras. No sé para qué, pero quería regresar. Me sentía cómodo en la locura de la nada.
14.11.07
St. Mathew Passion: J.S. Bach
Albrecht Dürer
Alberto Durero es uno de mis artistas consentidos. En la preparatoria realicé un trabajo sobre su obra y a partir de ese momento me identifiqué mucho con su trabajo. Este alemán del siglo XV (1471-1528) es uno de los mejores grabadistas que han existido. Los grabados que a continuación verán me darán la razón. Aunque esta técnica es por la que probablemente es más conocido, Durero también utilizó la acuarela y el óleo, sin que estas otras técnicas fueran de inferior calidad. Los invito a sumergirse en la obra de este señor, cuyo impacto no es baladí. Si pueden vale la pena que busquen sus grabados sobre el Apocalipsis, son extraordinarios. Hace algunos años en una Feria de Libro encontré El Apocalipsis con los grabados de Durero. Una verdadera delicia.
12.11.07
A propósito de Cortázar...
Estoy leyendo el libro cuya portada están visualizando en este momento. ¡Qué buen escritor es Cortázar! No sé siquiera cómo clasificarlo. Es un género en sí mismo, pero vaya calidad de su pluma.
De su cuento "Las babas del diablo" --¡Enorme!-- extraigo el siguiente texto:
"De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos hya contado un buen cuento, enseguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hastra entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su trabajo."
9.11.07
Cynic: How Could I?
En mi relato de ayer mencioné a un guitarrista que formó parte de Death por un disco. Ese fue Paul Masvidal. Hoy estableceré un puente que me llevará a la que para mí es la mejor banda de Death Metal --aunque también entra en la categoría Technical Death Metal. Cynic --además un nombre muy afortunado, recordando la filosofía griega-- tomó la escena del metal en 1993 con su primer y único álbum, Focus, y que fue la cúspide de lo que podía hacerse técnica, melódica y armónicamente en el metal.
Ellos imprimieron dentro del booklet lo siguiente: Cynic: A member of a group of ancient Greek philosophers who taught that virtue constitutes happiness and that self-control is the essential part of virtue. Así es no sólo como percibían ellos el mundo, sino también la música. Vaya que logran un autodominio de sí mismos en cada instrumento. Vaya que transmiten una sublimidad, un noumeno, con cada acorde. Vaya que sus letras son profundas y espirituales. Vaya que esta es un grupo de antología que sólo grabó un disco. En 2006 decidieron reunirse, remasterizar su primera obra e incluirle un par de canciones nuevas. Ojalá --que Alá así lo desee-- entren al estudio pronto para deleitarnos con alguna otra maravilla.
La canción que ahora presento contiene una letra hermosa, sus primeras líneas me llegan hondamente. "How could I forget, such a revelation/ to love without fear, to learn without question?" En estas palabras Cynic nos está hablando sencillamente de aquella primera ocasión en la que el hombre era absolutamente feliz: el Paraíso. Y conste que la letra no está haciendo ninguna referencia a religión en particular. Sencillamente, en todas las religiones existió ese primer momento en el que el hombre fue pleno, hasta que lo perdió.
Pienso que el miedo es una de las emociones más terroríficas que puede albergar persona alguna. Éste te paraliza y te impide tomar decisiones. El miedo obnubila tu mente y tu corazón, apaga tu alma y te hace dependiente de los demás --lo demás. ¿Cómo amar cuando se tiene miedo? ¿Cómo poder entregar todo nuestro ser a esa persona que decimos amar cuando no podemos amarnos a nosotros mismos por el miedo que nos genera cualquier situación? La sentencia es lapidaria: no se puede amar a alguien si en la mente constantemente se aloja el miedo a perder a esa persona. No podemos pretender ignorar la realidad y ésta nos recuerda una y otra vez que las cosas sensibles se gastan, se corrompen, mueren, dejan de existir. De manera que nuestro ser amado --al igual que nosotros-- será velado en algún momento, ya sea en vida o en la tumba. Tendremos que vivir el dolo de la pérdida, pero eso no puede limitar nuestra capacidad para amar. Tenemos que amar a ese ser mientras esté, disfrutarlo, gozarlo, tener en la mente sólo el hecho de vivir y no de una futura pérdida. Ésta llegará, proféticamente lo aseguro. El amor debe estar ser puro y para ello es necesario despojarse de los miedos y demonios que lo acechan.
Por el momento me quedo hasta aquí. En otra ocasión hablaré de la segunda parte de esa oración.
8.11.07
Death: The Philosopher
Ayer prometí que hoy pondría un video donde apareciera ese otro bajista del metal que posee una gran calidad. El grupo que él formó es Sadus y él se llama Steve Digiorgio. Ha colaborado con una docena de grupos, pues su virtuosísmo es prácticamente inabarcable. Para mi desgracia no encontré ningún buen video de Sadus para compartir con ustedes. En cambio, les presento un video de Death, grupo con el cual Steve colaboró con un par de discos --Human e Individual Thought Patterns--, siendo este último el que contiene la presente canción.
Death fue formado por Chuck Schuldiner en 1983, el mismo año en el que Metallica grabó su primer canción, Hit the Lights, que posteriormente incluyó en Kill 'Em All. El genio creativo de Chuck le impidió tener una agrupación como las que es común encontrar, aquella donde todos sus integrantes se vuelven una pequeña familia. Miembros de la banda iban y venían en Death.
Este grupo de Florida es conocido dentro del mundo del metal como Technical Death Metal. El álbum que los catapultó dentro de ese género fue precisamente Human, en el cual reclutó a la que para mí es la mejor alineación que ha tenido: en el bajo estaba Steve Digiorgio, en la batería Sean Reinert, la otra guitarra era ejecutada por Paul Masvidal (Cynic) y Chuck en la voz y guitarra. Literalmente el tecnicismo alcanzado en esta grabación es de un nivel superlativo.
Death fue una banda que se caracterizó en sus últimas grabaciones por amalgamar a la perfección brutalidad, melodía y armonía. Para los no acostumbrados a este tipo de música puede resultar agresivo y desagradable, pero poniendo atención es posible notar la peculiaridad de su sonido. La letra de la presente rola merece especial atención, sobre todo para los que somos filósofos.
Do you feel what I feel, see what I see, hear what I hear
There is a line you must draw between your dream world and reality
Do you live my life or share the breath I breathe
Lies feed your judgment of othersBehold how the blind lead each other
The philosopher
You know so much about nothing at all
Ideas that fall under shadows of theories that stand tall
Thoughts that grow narrow upon being verbally released
Your mind is not your own,
What sounds more mentally stimulating is how you make your choice
So you preach about how Im supposed to be, yet you dont know your
Own sexualityLies feed your judgment of others
Behold how the blind lead each other
The philosopher
You know so much about nothing at all
7.11.07
Primus: Tommy the Cat
En mis años de mayor intensidad metalera conocí este grupo. Confieso que cuando un amigo me presentó este grupo con el disco donde viene esta canción --Sailing the Seas of Cheese-- no me gustó. En ese momento lo único que yo quería eran guitarras distorsionadas, doble bombos, platillos timbrando, bajos hondos y voces enojadas cantando letras de denuncia social. Desgraciadamente no pude disfrutar en ese momento la calidad armónica y melódica que Primus tiene para ofrecer.
El bajista y líder de la banda, Les Claypol, es uno de los bajistas de la escena metalera más reconocidos. Para mí no existe hoy nadie mejor que él. (Tal vez mañana ponga un video de otro bajista metalero que sí toca en una de esas bandas que escuchaba impetuosamente en mi adolescencia y que hoy gozo.)
Hay quienes ya conocerán la historia que estoy a punto de relatar, pero para los que no, lo haré. El 27 de septiembre de 1986 el camión en el que viajaba Metallica en una gira por Europa se volcó y aplastó a Cliff Burton, bajista de la banda. Cliff fue uno de esos bajistas rompe-esquemas que logró combinar de una manera increíble su pasión por Bach con su gusto por el Punk para integrarlo en el sonido de Metallica. Suplirlo no sería una tarea sencilla. De manera que la banda que inventó el Thrash Metal lanzó una convocatoria para buscar un nuevo bajista. Miles de audiciones se dieron cita. Entre los participantes estaban Les Claypol. Si para estas líneas ya escuchaste el video que subí sabrás la calidad que este señor tiene para manipular el instrumento. Sin embargo, Les no se quedó como miembro de Metallica. La razón que le dieron fue que él ya tenía su banda y lo hacía muy bien, que no querían modificarle su estilo --que por cierto, Primus es uno de esos grupos inclasificables--, así que mejor seguían en su búsqueda. Al final sabemos que quien ocupó ese puesto fue Jason Newsted, quien a mi gusto nunca llenó los zapatos que dejó Burton.
Personalmente, hubiera preferido que se quedara Les en Metallica, pero eso nunca sucedió. En You Tube también pueden buscar Primus: Master of Puppets, pues este bajista es tan seguidor de Metallica que en uno de sus conciertos tocó un fragmento de esa legendaria canción.
6.11.07
Machine Head: Aesthetics of Hate
Hace rato que no ponía videos metaleros en este espacio. Esta banda la descubrí cuando iniciaba en 1994 con Burn my Eyes. Desde ese momento me atrapó su sonido. Las guitarras son agresivas, chillantes e hirientes. La voz expresa la hastiedad del mundo y la sociedad en la que vivimos. La batería guía magistralmente los ritmos de las canciones, además de que posee un doble bombo ametrallador. El bajo se escucha potente y no se deja eclipsar por el resto de los sonidos. Recientemente, visitando una tienda de música, me encontré en las novedades su nuevo disco, Blackening. Lo tenían en la sección donde puedes escucharlos, así que presté oídos para ver qué tal estaba el nuevo material y si seguían tan poderoros como cuando los conocí. Mi sorpresa fue grata al saber que respetaron su sonido y siguen escuchándose tan fuertes como antes. La presente rola es un ejemplo claro de ello. Escuchen el bajo, es una delicia. Por supuesto, junto al resto de la canción.
El café
Resulta increíble, pero el café me hace daño. Me gusta y procuraba tomar una taza todas las mañanas. Lo hacía hasta que hace un par de semanas me percaté que por las tardes que me sudaban las manos y andaba ansioso, nervioso, alterado. Tras analizar qué podía estarme provocando tales malestares físicos me di cuenta que había retomado el hábito de tomarme una taza de café por las mañanas en el trabajo. ¡Maldición! Con lo que me gusta el café y yo teniendo que tomarlo a cuenta gotas. ¿Por qué será que mi organismo rechaza ese insumo tan delicioso?
En estos días he optado por hacerme un té mañanero.
5.11.07
Día de muertos: una fiesta muy mexicana
En México tenemos una tradición que se remonta a nuestras culturas mesoamericanas. A muchos extranjeros les resulta curiosa. Quienes han visto los altares de muerto que preparamos con ocasión de ese día (2 de noviembre) quedan sorprendidos. La foto que tomé este fin de semana en Ciudad Universitaria (UNAM) es un ejemplo de ello. "El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros y sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados", nos dice Octavio Paz. Continúa páginas adelante: "La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda esa abigarrada confusión de actos, omisiones, arrepentimientos y tentativas —obras y sobras— que es cada vida, encuentran en la muerte, ya que no sentido o explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza. Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, se esculpe y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para desaparecer. Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida."
El siguiente párrafo ilustra nuestra visión mortuoria: "Para los antiguos mexicanos la oposición entre muerte y vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección eran estadios de un proceso cósmico, que se repetía insaciable. La vida no tenía función más alta que desembocar en la muerte, su contrario y complemento; y la muerte, a su vez, no era un fin en sí; el hombre alimentaba con su muerte la voracidad de la vida, siempre insatisfecha. El sacrificio poseía un doble objeto: por una parte, el hombre accedía al proceso creador (pagando a los dioses, simultáneamente, la deuda contraída por la especie); por la otra, alimentaba la vida cósmica y la social, que se nutría de la primera." Entonces distingue entre los ritos aztecas y los cristianos: "Para los antiguos aztecas lo esencial era asegurar la continuidad de la creación; el sacrificio no entrañaba la salvación ultraterrena, sino la salud cósmica; el mundo, y no el individuo, vivía gracias a la sangre y a la muerte de los hombres. Para los cristianos, el individuo es lo que cuenta. El mundo —la historia, la sociedad— está condenado de antemano. La muerte de Cristo salva a cada hombre en particular. Cada uno de nosotros es el Hombre y en cada uno están depositadas las esperanzas y posibilidades de la especie. La redención es obra personal."
La muerte nos acompaña, está con nosotros, en nuestras casas: "Por otra parte, la muerte nos venga de la vida, la desnuda de todas sus vanidades y pretensiones y la convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable. En un mundo cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo único valioso es la muerte. Pero afirmamos algo negativo. Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos artificiales, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa fanfarronada familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?"
Todo lo citado aquí lo extraje de El laberinto de la soledad, de nuestro premio Nobel 1991. Es un rito, una tradición que encanta, fascina, contagia a quien la presencia. Reírnos de la muerte como forma de alabanza no deja de ser sui generis. No sólo reírnos, revivirla para verla de frente, hablarle y hacer que nos hable; encararla para, tal vez así, vivir en paz con la idea de que algún día habremos de morir.
1.11.07
La ceguera blanca
De unos meses para acá me ha venido ocurriendo un fenómeno extraño: quedarme ciego del ojo derecho por segundos. La primera vez que me sucedió me entró pánico. Sentía cómo se aceleraba el corazón conforme una nube blanca iba sellando mi visión. Posterior a esa ocasión me ha sucedido otras dos o tres veces. La última fue este fin de semana. Como ya sé que no me pasará nada --eso espero-- ya no me asusto. Esta vez incluso me levanté de la cama para verme en el espejo y rectificar que mi ojo se ve normal, sin ninguna capa blanca que lo cubra aunque si cerraba el izquierdo, no veía nada. Me he dado cuenta que me sucede siempre que como algo muy dulce --me encanta lo dulce, soy de esas personas que no se empalagan con nada-- y realizo algún movimiento brusco con la cabeza. ¿Qué será? ¿Diabetes? ¿Hipoglucemia? ¿Alguna enfermedad rara? ¿La recreación del mal que acecha a los pobladores de Ensayo sobre la ceguera?
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