12.7.07

Visita al psicoanalista I

Hay varios asuntos que necesito tratar con usted, ¿o le puedo hablar de tú? Yo preferiría que nos tutéaramos pues de esta manera el ambiente se relaja y es más fácil establecer confianza entre usted y yo, Dr. Zayes. Pero quedamos que ya te iba a llamar por tu nombre de pila. Lo cierto es que últimamente he estado pensando en mi abuelo. ¿Quién fue mi abuelo? Nunca lo conocí. Me dicen que era un buen tipo. Creo que español o algo así. Era alto, caucásico y de ojo claro. No sé cómo haya sido con sus hijos porque hablan poco de él. Mi papá lo menciona sólo cuando es necesario y siempre que le pregunto algo sobre él distrae la conversación. ¿Por qué será? ¿Tienes alguna idea de la razón que esconde mi padre para ocultarme la identidad del suyo, Víctor? Llevo años preguntándomelo. Estéril, no llego a nada. Por eso recurro a ti, tal vez me puedas ayudar, ¿puedes? Incluso quisiera saber por qué algo así me quita tantas horas de pensamientos claros. ¿Cuál es la relevancia de mi abuelo, el desconocido --porque al otro sí lo conocí--, en mi vida? ¿Por qué me obsesiona tanto conocer a alguien que no conocí? Es curiosa la necesidad humana por querer conocer lo desconocido. Insistimos una y otra vez en ello, tercamente hasta que ya no podemos más. Pero sí podemos más y por eso recurrimos a la terapia --ponle el nombre que quieras--, pero lo hacemos. Psicología, psiquiatría, psicoanálisis, metafísica, flores de bach, lectura de cartas, médico general, chamán o quien consideremos que puede auxiliarnos en esta endemónica tarea. El adjetivo es lo de menos. Yo estoy aquí, frente a ti, Víctor, reflexionando sobre mi abuelo mientras tú pacientemente me escuchas y haces anotaciones en tu libreta con tu pluma azul. Me dices que busque las emociones que me genera la ausencia de mi abuelo patern0. La verdad es que ni siquiera tengo claro si lo odio, lo extraño, o es llana curiosidad. ¿Por qué habría de odiarlo? Ni siquiera lo conozco. Pero ahora que lo mencionas, sí me genera un sentimiento de agresión. La sangre me hierve y tengo ganas de....llorar. Su ausencia me genera una angustia, ¿cómo soy yo? No, ¿quién soy?, sino ¿cómo soy? En el laberinto de mi mente hay una puerta a la cual no puedo acceder, y me angustia. ¿Soy algo desconocido? ¿Soy un qué? Dígame doctor, dime Víctor, por favor que este ajedrez mental lo estoy perdiendo. No logro acomodar las piezas sin percibir el ataque, sin sentir que estoy derrotado antes de haber comenzado la partida. ¿Quién es mi abuelo? Yo sé que tú lo sabes, Víctor. Lo sé porque he investigado y tú fuiste su compañero durante la Revolución. Necesito y me corresponde saberlo. Piénsalo, porque la próxima semana quiero una respuesta. Creo que entiendes a lo que me refiero. Ha llegado la hora, sesenta minutos han transcurrido. Que tengas buena tarde. Nos vemos en ocho días.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tu escrito es verdadero - como algo que te haya pasado - o no, no importa. Lo cierto es que me pasó a mi. Mi abuelo murio cuando mi padre tenia apenas 13 años y es a la única persona que muerta a mi me hubiera encantado haber conocido.
Me cuentan que fue un hombre alegre y muy bohemio. Enamorado de la guitarra y sus boleros, enamorado de la poesia y enamorado de la vida.
Murio en los brazos de mi papá a los 13 años de cancer.
Hay un poema dedicado a él. Quizás mañana pueda compartir con ustedes.

Saludos!

Nosotras mismas dijo...

Aunque sea duro, no se puede vivir queriendo ver a los muertos.

Isabel Burriel dijo...

Sí que es curiosa esa necesidad de conocer a quién no conocimos y creemos que estamos en nuestro natural derecho de conocer.
Muy buena reflexión.

Roberto Rivadeneyra dijo...

Anónimo: Escribirle una poesía al difunto puede resultar en una excelente catarsis.

Nosotras mismas: Así, comparto esa idea contigo. Los muertos han dejado de existir físicamente.

Interrogación: Es curioso cómo los seres humanos constantemente buscamos lo que desconocemos y eso nos vuelve locos, en ocasiones.

Saulo dijo...

Chunga, segun Bert Hellinger (que es un teologo y filosofo) cuando alguien esta ausente en la familia, se crea un sistema de compensacion que afecta a todos incluso varias generaciones despues. Esto por que las familias crean una constelacion en la cual cada quien toma un lugar que casi casi esta predestinado. En lugar de ir a un sicologo (imaginario o no) te recomiendo que tomes una terapia de constelaciones, con una sesion avanzarias mas que varios meses en el divan/ Hay un instituto que las hace en coyoacan, te puedes informar en la libreria medio mistica que esta en la calle del mercadito de las quesadillas por detras de la iglesia o en internet

Roberto Rivadeneyra dijo...

Saúl: No conocía ni a Hellinger ni la terapia de las constelaciones. Lo buscaré en Coyoacán. Ya te contaré de mi experiencia.

Gracias por el tip.

Rodricus dijo...

Anonima:
¡Que no, que no! La poesía como catarsis es como querer hacer arte con sudor. Para purificarte debes sacar algo contaminado o nocivo. Un vate no es un niño que patalea.

Roberto: Esperemos a ver qué pasa con Víctor.

Anónimo dijo...

jajajaja no pos si, eso de escribir si se te da. es de familia. jajajaja