Definitivamente el metro tiene muchas historias que contar y por contar. Hoy me tocó vivir una de las nuevas.
Es ya conocido el ambulantaje y todo lo que en el metro existe por ganarse unas monedas. He hablado de varias de ellas anteriormente. Sin embargo, la evolución está presente en todos lados. La creatividad del mexicano también.
En una estación -no recuerdo el nombre- se subió un hombre que no rebasaba los 35 años -incluso yo le calculé unos 28. Su letanía era distinta de las ya conocidas (no tengo trabajo, tengo sida, soy niño de la calle, mi hijo está enfermo, la mirada triste). El joven de hoy nos habló del cáncer. Afirmaba tener dicha enfermedad y no tener con qué pagar los tratamientos. Mostró su estómago cicatrizado, según él, por las múltiples operaciones realizadas. Al hablar, se tambaleaba y estaba completamente desaliñado.
Curiosamente, cuando llegué a mi destino y estaba a punto de salir por los torniquetes allí estaba el mismo sujeto. A mi juicio, no era una persona con cáncer -he visto el cáncer de cerca e incluso el cáncer de estómago-, era un drogadicto que había sufrido varias riñas callejeras que le habían provocado esas heridas en el estómago y que necesitaba urgentemente unos pesos para, ya sea conseguir más droga o pagar una deuda a causa de la misma.
Lo malo de todo esto es que la credibilidad de las personas va en picada y sin escala a una colisión total. De verdad quisiera creerle a las personas que dicen padecer lo que padecen, pero ya no puedo. Quisiera ayuar a los que realmente necesitan ese peso, pero ya no creo. Allí viene el lobo... ¿cuándo vendrá?
2 comentarios:
Recuerdo a un compannero de la universidad que se met´ia horas enteras al metro buscando (rasgos de) personajes para sus novelas...
¿Compañero de la universidad? ¿Quién habrá sido...?
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