7.11.06

Risa sangrienta

Hoy manché mi camisa blanca y mi corbata de sangre. No, no me reventaron, como alguien sugirió cuando iba camino a una clínica. Sencillamente un buen chiste en la sobremesa reventó un vaso en la profundidad de mi nariz. Me reía cuando sentí la gota bajar y caer sobre mi mano. Me levanté con apuro y me dirigí hacia el baño. "Es algo sencillo, pensé. Seguro no tardo ni un minuto en regresar a la mesa". Pero no fue así. Esta vez la hemorragia fue de grandes ligas.

Cuando yo era muy pequeño a mi hermana le sucedió algo similar. Horas con una hemorragia nasal hasta que lograron llevarla a un hospital donde la cauterizaron. Sin embargo, a mí no me sucedían esas cosas... hasta hoy. El lavabo del baño de la oficina era una hermosa pintura donde se mezclaban el blanco y el rojo. Ojalá hubiera tenido una cámara a la mano para fotografiar esa escena. Sencillamente, sublime. Grandes cantidades de sangre brotaban de mi nariz sin que yo pudiera hacer algo para detenerla; a lo mucho, un kleenex que en pocos segundos terminaba invadido de mi líquido rojo.

Un amigo fue por mí al baño y al ver la escena, me preguntó que cómo me sentía, a lo que respondí que bien. "Vámonos a una clínica, ya," me dijo. En la clínica me pusieron un tapón en la fosa derecha al cual le inyectaban adrenalina (dijo el médico que para ayudar a cerrar). Como un tapón fue insuficiente para tamaña hemorragia, el médico decidió introducirme otro, lo cual me dejó con una fosa nasal a la africana. Mencionó que a más tardar en media hora debía detenerse la hemorragia y que yo guardara reposo. (Por cierto, el médico me preguntó varias veces si yo no era coco porque, según él, mis orificios nasales estaban muy deteriorados. Le contesté riendo que no, por supuesto que no.)

Regresamos al trabajo y la hemorragia no se detenía. Mi amigo el Villa decidió que me daría aventón a mi casa para que reposara. En el camino de regreso me sugirió ir a ver a su otorrinolaringólogo. Accedí. Luis, el otorrino, me quitó los tapones que traía y me limpió un poco la nariz. Ya llevaba dos horas de hemorragia continua (afortunadamente ésta comenzó cuando ya había terminado de comer). Posteriormente me introdujo un algodón con anestesia. A los pocos minutos regresó, me quitó ese algodón y con un instrumento que llamó "perla" me cauterizó. Al principio no me dolió nada, simple líquido dentro de la nariz cauterizando el gran vaso (así lo dijo el médico) que se me había reventado bien adentro en mi fosa derecha. Pero cuando terminó, hasta lagrimita salió de mi ojo. ¡Cómo dolió eso!

Hasta entonces, tres horas después, dejé de sangrar. No me asusté, pero sí fue muy incómodo. Otra cosa que no sabía y que también descubrí hoy fue que la sangre irrita. La garganta la tenía destrozada de tanto que me tragué mi sangre (al menos estoy sano, mis glóbulos rojos están llenos de hierro).Ahora descanso en casa narrándoles esta historia. Tal vez les parezca asquerosa, asombrosa, inútil, de mal gusto o simplemente aburrida. No importa, en algún lado tenía que publicar esta experiencia que a mí sí me asombró. Después de hoy, pienso que la gente sí puede morirse de risa (o a consecuencia de ella).

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