1.11.06

Iztaccihuatl I


Atardece.

La mujer dormida asoma impúdicamente sus senos blancos,
sus senos cubiertos por la nieve de noviembre,
congelados,
sueñan la inmortalidad de su forma.

Duerme.
Flota entre las nubes.
Hierve de frío en las alturas
de un valle que alguna vez fue limpio.

Ya no suspira.
Ya no canta los mensajes de los dioses.
Ya no abraza la tierra con su fuego.
Ahora encanta en su silencio la belleza
y enamora los ojos que la miran
enloquecidos.

Poco a poco los párpados de la noche
apagan el cielo
y en el fondo imagino que los blancos senos
son cobijados por el calor de las estrellas.

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