29.4.08

Justine / Lawrence Durrell

"Las primeras lámparas, húmedas y mortecinas, habían empezado a endurecer el empapado telón de fondo de Alejandría. De la avenida costera, con sus cafés semiocultos por la bruma marina, venía una borrosa y titilante fosforescencia. El viento soplaba violentamente hacia el sur. Rígido como una esfinge, el lago Mareotis estaba acurrucado entre sus juncos. Balthazar me dijo que buscaba la llave de su reloj de oro fabricado en Múnich. Después pensé que ese apremio ocultaba el significado simbólico que ese reloj tenía para Balthazar: el tiempo libre fluía a través de su cuerpo y el mío, delimitado durante tantos años por ese reloj histórico. Múnich, Zagreb, los Cárpatos... El reloj había pertenecido a su padre. Un judío de alta estatura, envuelto en pieles, que viajaba en trineo. Balthazar había entrado en Polonia en brazos de su madre, y su única experiencia del mundo era el contacto helado de las joyas que ella llevaba en ese paisaje de nieve. El reloj había latido suavemente contra el cuerpo de su padre, y después contra su cuerpo, como un tiempo que fermentara en ellos. Se le daba cuerda con una llavecita en forma de ankh, atada a su llavero con una cinta negra." (páginas 131-132)

2 comentarios:

Roberto Rivadeneyra dijo...

Esta obra es la primera de una tetralogía titulada El cuarteto de Alejandría. La prosa de lo que he leído hasta el momento es deliciosa. El acercamiento que el autor hace de las emociones humanas está a la altura de los grandes novelistas como Proust. En cuanto termine el Cuarteto prometo hacer una reseña amplia. Un grato descubrimiento.

Jesús dijo...

El cuarteto de Alejandría, que buenas novelas, luego dicen que Alejandría es una ciudad que no vale nada, que es una ciudad fea. tiene la nueva biblioteca y para de contar. Habría que ir a comprobarlo, claro