El miércoles un vendaval latigó a la ciudad de México. Alrededor de las 6:30 de la tarde comencé a escuchar, desde mi oficina, que las hojas de los árboles se friccionaban violentamente entre sí. Sencillamente pensé que era como cualquier viento. A los pocos minutos cayó una ligera lluvia que sólo ensució todos los coches. El viento no amainaba y la tierra se filtró por cualquier resquicio que hallaba. Al caminar por la oficina podía uno sentir las pequeñas partículas de polvo en el piso. Minutos antes de que dieran las siete de la noche.... se fue la luz. Todo parecía tan normal en esta metrópoli: viento, lluvia y cortones de luz. No había por qué alarmarse.
Al poco tiempo comencé a escuchar que la gente decía que se habían caído árboles y que estos habían caído sobre cables de luz. La calle donde está mi oficina se había convertido en un estacionamiento móvil. Entonces, para qué salirme de aquí si iba a estacionarme allá, pensé. Decidí tratar de llegar a mi casa. Era un caos. Las arterias principales avanzaban a vuelta de rueda y, como no había semáforos, se complicaba más. Busqué alternativas para llegar a mi casa. Ambulancias por todos lados. Carros de bomberos. En la búsqueda de la mejor vía, me topé con dos calles cerradas porque árboles habían atravesado la calle, de banqueta a banqueta. Las raíces expuestas y el pavimento levantado. Finalment lo logré, llegué a mi casa. Como casi el resto de la ciduad, en la penumbra. Saqué a pasear a mi bóxer para ver cómo estaban las cosas en la colonia. Me sorprendí al saber que en la siguiente cuadra otro árbol había bloqueado la calle.
Como no había luz en la casa, mi esposa y yo sacamos un radio de pilas y escuchamos las noticias. Allí nos enteramos que 52 colonias estaban sin luz, que árboles se habían caído por toda la ciudad, que espectaculares sufrieron el mismo destino que los árboles, que los vientos alcanzaron 100 km/hr, y que la energía eléctrica tardaría en reestablecerse en su totalidad en 48 horas.
Y así, iluminados por la luna llena que se colaba por la ventana, disfrutamos de la tranquilidad brindada por este capricho de la naturaleza. Fue tan hermoso platicar a la luz de las velas y la luna, y poder escuchar el silencio. Fue un bello momento de paz.
PD Ayer que llegué a la oficina no había luz y así permanecimos el resto del día. Todos nos fuimos temprano.