26.6.07

Una aproximación literaria a la idea de la muerte

"A veces la muerte inmortaliza: así pensé al verlos, con el espanto y con la indiferencia que me revisten desde hace años; a veces la murte vuelve célebre a quien la ha sufrido, rescata al yacente de la futilidad y le otorga una fama que jamás alcanzó mientras vivía, o al menos modifica su figura, borra sus altibajos, sus miserias y temores, y lo convierte en objeto de exhibición -en cadáver-, ataviado con una imagen postrera, única e inmutable ya, que desde ese instante será recordada para siempre, con asco o admiración, como si nunca hubiese tenido otra. A veces la muerte no conduce al olvido sino a la sustitución: el muerto halla una nueva existencia en los ojos de quienes lo han visto, y entonces su deceso trae al mundo un nuevo ser, como si se produjera un alumbramiento, el de un ser ni querido ni deseado que ahora carga con el peso de su inmortalidad, la incertidumbre y el tránsito es reconocer que esa muerte que inmortaliza, ese acto fulminante que hace del incógnito un héroe o un villano -en todo caso alguien memorable-, ni siquiera depende del cadáver. Porque la muerte no es, ni siquiera en el suicidio, una decisión racional o consentida: sorprende incluso al moribundo y, cuanto más inesperada o arbitraria, mayor temor e irritación provoca en quienes sobreviven, y más grande es la posibilidad del muerto de acceder a lo eterno (a la pobre eternidad que cabe en las neuronas de los hombres). Así, esa última imagen -esa luz-, trágica o cómica, digna o ridícula, o atroz, se torna imborrable, la máscara que sustituirá al rostro enterrado, sin importar que el sujeto hubiese sido lúdico con una muerte trágica o sobrio con un fin degradante. La muerte es, a la postre, lo único que del muerto ha de quedarnos."

Jorge Volpi

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