En el viaje del cual he hablado en estas semanas visité varias playas. Nos instalamos en unos bungalows y de allí decidíamos todas las mañanas a dónde ir.
Una vez que llegamos a Puerto Escondido descansamos tras la carretera y al día siguiente fuimos a una playa muy cerca de donde estábamos; tal vez a unos 15 minutos en auto. Era Carrizalillo. Es una bahía muy tranquila donde uno puede nadar sin problemas pues es como una gran alberca. A los pocos metros después de haber entrado al mar uno ya no pisa y debe flotar. Hay servicio de Banana, clases de surf y las tradicionales palapas con camastros, mesa y sillas. Esto último tiene un costo de 100 pesos la renta o 300 pesos de consumo. Optamos por lo segundo, aunque los precios no son nada económicos. Algo negativo es que tiene mucha gente, es una playa popular y literalmente se aperra.
Al siguiente día fuimos a Agua Blanca, una playa situada entre Puerto Escondido y Huatulco. Allí el oleaje es fuerte, pues estamos en mar abierto. Sin embargo, una formación de rocas a la mitad de la playa crea un pequeño chapoteadero para los pequeños y personas que no saben nadar. Para los que nos gusta jugar y nadar en mar abierto, esta playa es una buena opción. Hay pequeños restaurantes que ofrecen servicios básicos de bebida y comida. Esta playa también es frecuentada por mucha gente, aunque la extensión de la misma da una sensación de espacio para no sentirse sofocado.
Cacaluta fue el siguiente destino. Esta playa está en Huatulco --como a hora y media de Puerto Escondido-- y es zona protegida por el gobierno federal. No puede uno llegar en auto propio a la playa. Es necesario dejarlo a unos cuatro kilómetros, donde se sube a una camioneta que sirve de taxi transportando a todos. Hay quienes prefieren caminar los cuatro kilómetros, aunque el sol es intenso. Al bajarse de la camioneta se camina unos diez metros entre maleza y al salir de la misma aparece la hermosa playa. En cuanto la vi, la reconocí: es la playa de Y tu mamá también. Es igualita a la película, pero con más gente, aunque no tanta. Esta playa es peculiar. Justo a la mitad, mar adentro, hay una enorme piedra que divide las corrientes. Visto de frente, del lado derecho se hace una bahía cristalina en la cual pude ver una mantarraya bebé. Del lado izquierdo de la piedra el mar es mucho más bravo con corrientes encontradas y oleaje intenso. La resaca es fuerte, pues la playa tiene inclinación y al no ser mar abierto la playa termina donde rompen las olas. Pasando ese punto ya no se pisa. Hermoso; uno de mis favoritos. (NOTA: si realizan un recorrido similar --Puerto-Huatulco--, recomiendo regresarse, en horario de invierno, a las 5 de la tarde a más tardar. Pasada esa hora oscurece muy pronto y la carretera de regreso es sumamente pesada.)
La siguiente playa fue Roca Blanca. Es una bahía abierta con oleaje tranquilo. Es bonita a secas. Lo que más me gustó de esa playa fue que a la derecha de la misma hay una formación rocosa que divide la playa de oleaje tranquilo de otra de mar abierto y oleaje fuerte. Existen dos caminos para llegar a esa otra playa. Uno es caminando por detrás de la piedra aproximadamente unos 500 metros. El otro es escalando la piedra. Para llegar a ella hice lo primero. La playa me encantó; caminé por ella hasta sentarme en unas rocas a contemplar el mar y, literalmente, pensar en la inmortalidad del cangrejo. Hermosos animales que viven en el miedo. Crean pequeños agujeros en la arena donde viven y se refugian de los depredadores e incluso del mar. Asoman apenas una pequeña parte de sí mismos para cerciorarse de que están "solos". Se aventura a salir de cuerpo entero de su agujero. Recorre, muy pausadamente, el territorio alrededor de su refugio. Al momento de sentir una invasión, corre a su agujero. El intruso puede ser una persona caminando cerca, yo moviendo la cabeza, un ave, otro cangrejo o la espuma de una ola que se extiende por la arena. Cuán celosos son de su pequeño espacio. Una vez terminada mi contemplación regresé y decidí que ahora quería hacerlo escalando la piedra. Fue una experiencia que me fascinó. Del otro lado ya estaba toda la familia esperándonos a mi esposa y a mí. Las palapas para comer son altamente recomendables. Los alimentos y bebidas están realmente baratos y exquisitos. Yo pedí un coctel de camarones y dos órdenes de pescadillas; además de, por supuesto, unas tres cervezas.
El siguiente destino fue Tembo. Este lugar lo descubrió mi suegro hace un año aventurándose por un camino que decía ser para llegar a la playa Tembo. Este lugar igualmente está, como Roca Blanca, entre Puerto Escondido y Huatulco. Yendo sobre la carretera se puede ver, tras unos 45 minutos de manejo, una desviación a la derecha que dice Tembo. Dimos vuelta y el camino deben ser unos 8 o 10 kilómetros hasta la playa, un camino de terracería y donde en ocasiones sólo cabe un auto. Llegamos y sólo había otros dos autos. Un lugar para enamorarse...de la naturaleza, el mar, la pareja, el universo, Dios. La única playa que puedo decir es auténticamente virgen. Ni un solo comercio, ni un solo ambulante. Sólo gente nativa que pesca almejas y cangrejos. Es una bahía de oleaje moderado, con la suficiente fuerza para utilizar la boogie board. La arena es fina y muy compacta. A mi lado izquierdo notaba otra formación de piedras y me aventuré a explorar. Escalé las piedras hasta llegar al siguiente lado donde podía uno sentarse a contemplar la paz mientras se ven cardúmenes de sardinas y a lo lejos se divisa otra playa virgen, a la cual sólo es posible llegar nadando por el mar o escalando hacia abajo las piedras. Preferí no hacerlo pues no llevaba sandalias y ya sentía los pies adoloridos, además de quemados por el calor de las piedras. Desgraciadamente no llevé mi cámara allí. Esta fue la playa que más me gustó y donde acamparía en un futuro.
De regreso de Tembo pasamos por Zipolite y Mazunte. Conocí las playas aunque no me parecieron nada expectacular. Sencillamente una más. Me gustan más, además de Tembo, Playa Paraíso o Michigan en Guerrero.
El último día conocimos Zicatela, una de las playas de Puerto Escondido, y famosa por ser la segunda mejor de clima tropical para el surf, sólo superada por Australia. Allí las olas sí son de respeto. Adentro del mar, con tabla boogie y todo, llegué a ver olas de cinco metros que no me animaba a escalar ni retar. Las corrientes son sumamente fuertes y encontradas, lo que dificulta el nado allí para un principiante como yo. Cuando uno menos lo espera ya está 500 metros alejado de donde inició a nadar. Hermoso lugar si lo que uno disfruta son las olas grandes y el mar bravo.
El lugar al que definitivamente no regresaría es Carrizalillo.
En la siguiente entrega de este blog tendrán las fotos de estos lugares.