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25.3.10

Los numerati van tras tus huellas

El periodista Stephen Baker detalla en Los numerati (Temas de hoy, 2009) los entresijos de una sociedad secreta cuyo objetivo es uno solo: conocer nuestros gustos para manipular nuestras decisiones de consumo. ¿De verdad existen?

Los numerati son los nuevos psicólogos, antropólogos, sociólogos y semióticos. Matemáticos que buscan crear un perfil de cada persona. Quieren descifrar el ADN digital de todo ser humano con base en la estela de información que deja al utilizar las tarjetas de crédito, de cliente frecuente, los celulares o realizar una búsqueda en internet. Toman estos datos, crean algoritmos a partir de ellos y elaboran etiquetas «personales».

La finalidad es ofrecernos el servicio o producto con el sabor, textura y color que deseamos al precio adecuado. Perfecto material para los mercadólogos.
«No es necesario que participemos, ni siquiera que sepamos que nuestros fantasmas matemáticos sirven día y noche como ratas de laboratorio. Recibiremos los resultados de dichos estudios (…) en forma de sugerencias sutiles, prescripciones u órdenes.» (p. 23) Imposible escapar de ellos. Cada actividad realizada se registra en uno de los múltiples chips que llevamos con nosotros: desde el videojuego hasta el automóvil pasando por el cada vez más expansivo e invasivo Facebook. Nuestra vida está al alcance de los numerati, y así lo hemos consentido.

Mientras que en Alemania Oriental, durante la Guerra Fría, el gobierno invertía gran parte de sus recursos en mantener miles de espías para conocer el comportamiento de los civiles, hoy cada usuario de cualquier dispositivo electrónico se convierte en su propio espía… ¡y gratis! Por naturaleza, el ser humano disfruta compartiendo sus experiencias y sentimientos. Mina de oro para esta mafia matemática –como la clasifica Stephen Baker– en su afán por conocer quiénes somos.

A los numerati no les interesa saber qué nombre llevamos ni dónde vivimos. Sólo quieren perfilar nuestra conducta. Ya que lo logran convierten esa información en un cupón de descuento, atractivas ofertas o ligas para páginas web, obviamente acordes con nuestros gustos. Pero no se limitan al consumo materialista, también les interesan las preferencias políticas, intenciones de voto, hábitos laborales, salud y amor.

LA MAGIA DE LOS NÚMEROS
En tan sólo un mes, Yahoo reúne 110 mil millones de datos sobre sus clientes. De acuerdo con el estudio que realizó comScore en 2008, aproximadamente cada persona que visitó Yahoo dejó 2 mil 500 huellas digitales. El reto está en organizar e interpretar todas esas huellas para establecer perfiles de los usuarios.

Los numerati trabajan para diversas empresas: IBM, Microsoft, telefónicas o Wal-Mart, por mencionar algunas. En cada una buscan los datos que permitirán engrosar la clientela y, por ende, el consumo. Originalmente nos clasificaban de acuerdo a nuestra edad, sexo, raza, riqueza y geografía, lo que nos hacía parecer figuras de palo. Este modelo primitivo está en desuso; el nuevo, el de los numerati, se encamina a producir versiones de seres humanos tan complejas como cada uno de nosotros.

«El creciente mundo de los datos (…) es un laboratorio gigantesco de la conducta humana, un banco de pruebas para las ciencias sociales, el comportamiento económico y la psicología.» (pp. 23-24) No basta sólo conocer cómo nos comportamos sino también cómo sentimos, rasgo determinante en la clasificación final.

Una vez que estos «magos» de las matemáticas, estos Newton cibernéticos, desarrollan el perfil de un usuario lo ubican en alguna de las miles de ¬¬«cubetas» que corresponden con las conductas humanas que han clasificado. Así resulta más sencillo acertar en la publicidad que recibirá dicho sujeto.

TÚ NO LOS CONOCES… ELLOS A TI SÍ
La primera vez que escuché hablar de los numerati me vino a la mente algo oscuro, místico, enigmático, esotérico, casi como una logia masona. Cuando me explicaron lo que eran y busqué información de ellos en internet –ahora saben que yo sé– me di cuenta de que en cierta medida mi intuición había sido correcta. ¿Alguien los conoce? ¿Pueden decirme quiénes son? Si en el periódico voy a la sección de avisos oportunos tampoco veo que las empresas soliciten numerati. ¿Algún headhunter ha posicionado a uno? Me sorprendería saber que sí.

Lo común no es hallarlos así. Más bien, las empresas –de computación, telefónicas, de publicidad…– los seleccionan por sus habilidades matemáticas para interpretar datos, elaborar estadísticas y construir algoritmos que permitan correlacionar toda la información que cada persona cede en la red.

Hay quienes son más precavidos y procuran borrar las galletas o cookies del historial de su computadora. Son los menos y sinceramente dudo que la razón para borrarlas sea que evitan ser rastreados por esta mafia matemática.

Lo más delicado de la existencia de los numerati es que mientras ellos saben perfectamente las conductas y preferencias de millones de personas, miles de millones de personas los desconocen.

ESTÁN HASTA EN LA SOPA
Los numerati están en todos lados: la empresa, el supermercado, la política, la red, las organizaciones, los hospitales y el amor. Siempre soltamos fragmentos de información que serán ordenados y clasificados. Son como un enorme rompecabezas que requiere de una súper inteligencia para encontrar las piezas que embonan. Stephen Baker divide los capítulos de su libro de acuerdo con las siguientes categorías.

La empresa. No hay lugar de trabajo que no busque cuantificar el rendimiento de sus empleados. Normalmente la medición incluye los resultados que aportamos a la empresa. Entre más impresionemos al jefe parece que somos mejores.

Hay otras áreas donde las empresas cada vez se muestran más estrictas. En particular, la restricción a internet. Por un lado, la total apertura a la web distrae sobremanera el rendimiento de un empleado. Por otro, puede brindar información valiosa de cada quien.

Desde el correo electrónico hasta las páginas donde más damos clics dicen mucho de nosotros. A los numerati esto les importa porque los jefes quieren que incrementemos la productividad.

El consumidor. A todos nos gusta llegar a un restaurante que frecuentamos y que el mesero conozca tan bien nuestros gustos que nos confirme: «En las rocas y un vaso con agua aparte». La atención personalizada hizo que Dell creciera exponencialmente. Celebramos la idea de ser tratados como individuos.

Por medio de las tarjetas de lealtad obtenemos descuentos y grandes ofertas. Nos sentimos consentidos. De eso se trata. Mientras gozamos de un descuento para ir al cine o comprar un vino, el negocio registra nuestros hábitos, cantidad de consumo por visita y preferencias.

Toma y daca. A cambio de sentir que realmente somos especiales para tal o cual marca, ésta toma información que le servirá para incrementar sus ventas.

El votante. Partamos de la siguiente premisa: en casi cualquier país son una minoría quienes de verdad disfrutan la política y ven al mundo como los políticos. Al contrario, lo común es escuchar que «de política prefieren no hablar». Es un tema complicado que requiere una forma de pensar muy específica.

Pero para los políticos conocer nuestros gustos, disgustos y preferencias puede convertirse en tema cardinal. ¡Imagínese que pudieran leer la mente de cada uno! Ganar cualquier elección sería sencillo. Pues bien, los numerati se convierten en estos adivinos que por medio de nuestros rastros cibernéticos procuran realizar un juicio para conocer la intención del voto.

El bloguero. En 2005 se llevó a cabo el último reporte sobre la cantidad de blogs en la red: 70 millones. Dejaron de contarlos porque sencillamente eran demasiados. ¿Hoy habrá 200 millones?
Muchas personas tienen más de un blog. Esto nos lleva a pensar en la cantidad de datos que diario arrojamos de la blogósfera al ciberespacio donde antes que podamos ejecutar otra acción, ya está en manos —o mejor digo mentes— de los numerati.

«En vez de llamar a nuestra puerta, los recopiladores de datos dividen nuestros documentos en miles de componentes y luego los ciernen obsesivamente, intentando armar un mosaico de nuestros pensamientos y preferencias.» (p. 117)

Así, los blogs se convierten en perfectos terrenos de prueba para la publicidad y la mercadotecnia. Los numerati sólo tienen que codificar el ADN del blog para que inicie el bombardeo de links relacionados con el contenido del mismo.

El terrorista. Una de las razones para el espionaje es detectar posibles actos terroristas antes de que ocurran. En los medios nos enteramos de aquéllos que no lograron descifrar.

Los actos terroristas no son sólo las bombas en embajadas o lo visto el 9/11, sino también todo lo que atente contra cualquier sistema: empresarial, académico, político, económico…

Los numerati también son radares contra estafadores, embaucadores, intimidadores o hackers. «La necesidad de cerrar la brecha de información es urgente, porque está en juego la seguridad de millones de personas.» (p. 145) El único peligro es que con este manejo de información, los numerati podrían ser los próximos terroristas.

El paciente. Es común que después de acudir con el médico olvidemos ciertos detalles como las dosis, el diagnóstico completo y hasta el medicamento a tomar. Esto ha motivado a algunos investigadores a crear un software que porte todo humano, donde se guarde esta información.
Así, al acudir al médico éste podrá conocer el proceso del paciente, quien a su vez contará con toda la información que su médico le dicte.

La intención es crear un chip que se conecte a una red médica para ser monitoreados día y noche. Ante cualquier eventualidad habría una ambulancia afuera de nuestra casa en cinco minutos.

La pareja. ¿Cuántos sitios de búsqueda de pareja hay en el mundo? Si digo miles no creo exagerar. ¿Y sirven? El autor de Los numerati, Stephen Baker, junto con su esposa se sometieron a una prueba. Cada uno de ellos ingresó a una de estas páginas y llenaron el extenso formulario que a todo usuario se le solicita. Querían ver si los algoritmos detrás de toda la información allí compartida llevaría al encuentro de Baker con su esposa.

Independiente del resultado de dicho experimento, es común ver en la publicidad norteamericana personas que presumen el éxito obtenido al realmente encontrar a su «media naranja». ¿Será así de preciso? Si lo fuera, la conclusión es que realmente los numerati pueden saber –mejor que nosotros– lo que más nos conviene.

EN OTRA DIMENSIÓN
Aunque los numerati y su función en la sociedad parecen ciencia ficción son una realidad. Están aquí, ahora, mientras escribo estas líneas y consulto mi correo; sé que estoy siendo vigilado. Lo que me conforta es que a pesar de sus algoritmos y gigantesca capacidad mental para descifrar la información digital se enfrentan a un reto milenario: descifrar la vida y conducta de los seres humanos.

Por otro lado, la privacidad está en riesgo, pero ¿cómo escapar? ¿Realmente podemos evitar que nos lean, clasifiquen y manipulen como pretenden? Ante la avalancha de datos electrónicos que desprendemos cada minuto parece imposible permanecer en el anonimato.

El autor del libro se muestra sereno ante la posibilidad de ser monitoreados. Por el momento, no deja de ser una circunstancia que está apenas iniciando. Confiemos en que como siempre, el ser humano tendrá la capacidad para comprender y adaptarse al medio ambiente. Aunque éste radique en otra dimensión.
[Publicado en Istmo 307, marzo-abril 2010]

17.2.09

Euterpe, la musa por excelencia

EL MUNDO DE EUTERPE
La música es un elemento imprescindible en la vida del hombre. En la naturaleza observamos el inicio de esta inquietud. Platón imaginó al cosmos como un animal vivo cuyas partes subsisten todas en armonía. Desde esta perspectiva, el universo es un gran pentagrama donde todas las notas confluyen perfectamente. Y lo corroboramos a diario. El trino de un canario, el crepitar del fuego, el rugido de una cascada que cae sobre las piedras y estalla, el cascabel de la serpiente que amenaza o, incluso, el silencio del desierto son manifestaciones de Euterpe (la musa de la música).

Vivimos rodeados de sonidos agradables, de música natural. Si ponemos atención, encontraremos las siete notas musicales en el canto de una ballena, la erupción de un volcán o el soplo del viento entre las hojas. La naturaleza siempre da la pauta para hacer música. Ella es el director que, con su infinita batuta, guía al músico que la imita.

Si la naturaleza crea distintos sonidos según las diferentes circunstancias, es fácil deducir que habrá tantos géneros de música como sean posibles para la imaginación y el sentimiento. El itinerario va desde la clásica hasta la samba y no se detiene allí, supera todos los límites.

Un placer que, considero, nadie debe dejar de experimentar es sentarse en un lugar cómodo para escuchar, disfrutar y hacerse uno con la música. Sin embargo, poder vibrar con cada nota de una melodía requiere de cierta formación. La octava sinfonía de Mahler —De los mil—, la tan famosa quinta de Beethoven o cualquier canción de The Beatles se disfrutan más cuando se puede distinguir un violín de una viola o una flauta del trombón, el bajo de la batería o una guitarra de otra. Aunque es hermoso escuchar estos instrumentos en su conjunto, oírlos por separado también lo es.

La música es, finalmente, un placer intelectual y como tal debe vivirse. Para no quedarnos en la periferia de una obra tan bella como las citadas es necesario tener un tutor que nos enseñe a apreciar este bello arte.

Aaron Copland dice en ¿Cómo escuchar música? que «todos escuchamos la música según nuestras personales condiciones. Asimismo —afirma—, hay tres planos distintos en los cuales nosotros escuchamos la música: el sensual, el expresivo y el puramente musical».

Todos hemos experimentado el primero de ellos; es el primordial, el que se hace sólo por placer. El segundo también es perceptible a simple oída. Pero el tercero es el que requiere de cierta educación. En él debemos escuchar las melodías, los ritmos, la armonía y el timbre de lo que nuestro oído capta. Este último plano es el denominado «puramente musical». En él no sólo somos simples oyentes, sino que nos enteramos de que escuchamos algo. Por desgracia, la gran mayoría jamás lo experimenta.

EUTERPE EN LA HISTORIA DEL LENGUAJE
Todas las musas griegas —Clío (historia), Euterpe (música), Talía (comedia), Melpómene (tragedia), Terpsícore (danza), Erato (elegía), Polimnia (poesía lírica), Urania (astronomía) y Calíope (elocuencia)— eran música, la expresión de un pueblo apasionado: el griego. Un pueblo que nos heredó la cultura, la filosofía, la política y el lenguaje [1]. Así las cosas, música viene del griego musiké. Pero el vocablo no se reducía sólo a Euterpe ni al arte de crear sonidos, sino que englobaba todas las artes, todas las musas; era el arte en general. [2]

El arte es un tanto más complejo. Identificarlo, muchas veces, con la época que representa dificulta su estudio. Lo que los griegos entendían por arte corresponde más con algunos otros términos. La palabra «artesanía», según su uso vigente, comprende sólo una parte del concepto de arte usado entre los ciudadanos de la antigua Grecia. Quizá equivalga más ese término a nuestra noción de «técnica», que a su vez deriva del griego techné.

El ámbito que tenía el concepto griego de arte era más extenso que el que actualmente empleamos. Para el hombre moderno —o posmoderno, ya no sé cuál somos— concierne a las bellas artes. Para los griegos, la esencia del trabajo realizado por un escultor y un carpintero, un pintor y un tejedor, era la misma: arte. No había diferencia en la trama de todas estas profesiones, es decir, una producción realizada con destreza. De haberse heredado esta voz en su sentido literal, es decir, como técnica, tendríamos a los estadounidenses como los máximos creadores, los artistas par excellence, como lo comprobamos en sus certámenes. Para su desgracia, la mayoría de los «vecinos del norte» siguen siendo obreros de la mercadotecnia y no artistas.

EUTERPE VA A LA ESCUELA
Una vez establecidas las diferencias que a lo largo de la historia se han dado entre ambos vocablos, continuemos con el deseo platónico de implantar la música en los centros educativos.
Platón propone como principales modelos de educación la gimnasia y la música. La primera dará vigor al cuerpo; la segunda, al alma. Por lo que todos los ciudadanos deben ser instruidos en ambas disciplinas.

La música engalanará el alma y permitirá el ejercicio de las virtudes. Suavizará el ánima en los arranques de ira y odio para evitar catástrofes. Cualquiera que posea educación musical podrá llevar a cabo la frase délfica: «Conócete a ti mismo».

Como ya dije, no hay tal educación en nuestros días. Quiero decir —no se vayan a ofender conmigo los profesores de música— que no hay una estricta educación musical en las aulas de las escuelas primarias ni en las secundarias ni en las preparatorias; carecemos de musicólogos en las instituciones educativas.

El infante no sólo está perdiendo la posibilidad de disfrutar en toda su extensión la música, sino que además hay otras implicaciones: el aprendizaje en general. Aprender a tocar la flauta o cantar en el coro del colegio no es suficiente para nuestro cometido, aunque puede ser un primer paso que nos ayude a ubicarnos en el pentagrama o a ser entonados. Algunos pocos terminan estudiando música en un conservatorio. Con esta excepción, el propósito de Platón no se cumple: enseñar música para que los niños vayan adquiriendo conocimientos espirituales y morales.

Hay otra razón para inclinarse hacia una enseñanza musical y cuya veracidad ha sido comprobada. La música ayuda a los niños a comprender las matemáticas y otras materias, mientras los aleja de ciertos vicios. Es decir, si existe educación musical, el niño aprovechará mejor su formación estudiantil. Pero con la flauta Yamaha no se incrementa la capacidad para las matemáticas ni la memorización de conceptos, lo cual sólo es asequible en el supuesto de seguir los consejos del buen Platón con el moderno concepto de música.

Pero si retomamos el concepto griego de música tendríamos una educación sobre el arte. Una decisión así implicaría muchísima más dedicación a todas las artes (sin ir más allá, sólo con las siete conocidas) y podrían dejarse de atender otras materias también importantes en la formación del niño.

Si te inclinaste por las Humanidades en el bachillerato es probable que te hayan enseñado un poco sobre historia del arte. Si eres uno de estos afortunados, tendrás algunas nociones de lo que es un retablo, una catedral gótica, la nave principal, una columna dórica, un rosetón, un pináculo, un Da Vinci y un Botticceli. Asimismo, sabrás distinguir un cuadro impresionista de otro surrealista . Sin embargo, de ahí a que te enseñen técnicas de pintura, emplomados, mosaicos o cómo hacer una poesía, la distancia es inconcebible. Aunque atractiva, esta solución no luce tan factible como la pura enseñanza musical.

LA MEJOR ELECCIÓN
Una vez puestas las cartas sobre la mesa, parecería mejor para el alma la opción de enseñar arte, es decir, la que Platón propuso en sus Diálogos. Las ventajas serían: una cultura más redonda y amplia —profunda y real—, alumnos mejor informados, futuros profesionistas con una visión más alegre del mundo y, probablemente, la construcción de ciudades más bellas, como sucediera en el Renacimiento.

No exijamos tanto. La música por sí misma es maravillosa. Su establecimiento como materia obligatoria haría del alumno promedio un buen —o muy buen— estudiante. Los conocimientos de solfeo, ejecución y apreciación, entre otros, incrementarían su capacidad para aprender y llevar a cabo sus tareas de matemáticas sin que éstas sean un fastidio, sino más bien, un deseo, un gusto, un placer.

La música es, sin duda, en uno u otro sentido, un bien para el ser humano que se manifestará en la sana mentalidad de las sociedades. Sabemos que una sociedad sana es la que puede pensar correctamente, que puede resolver sus problemas con menos dificultades. Esta sociedad debe comenzar por ilustrar a los individuos en el arte musical antes que nada.

Lo que sí queda de manifiesto es que la música acompaña la vida de todo mortal. Al escucharla con todos sus elementos, un individuo educado encontrará en una pieza musical un placer infinito, como infinitos eran los ángulos desde los que Borges podía ver los objetos a través del Aleph. El poder de la música queda desenmascarado. No sólo es un placer intelectual o un estudio estético, sino educadora de hombres gracias al grado de abstracción que se requiere para aprender este oficio; pero no nada más para aprenderlo, también para gozarlo.

Un buen músico tiene que imaginar, pensar, sentir lo que quiere transmitir y dibujar instrumentos en el aire antes de ejecutarlos. La música no puede ser ignorada; no debe ser ignorada. Platón —tal vez a sabiendas de sus positivos efectos— le otorgó gran importancia dentro de la pedagogía del ser humano.

Crear música y escucharla son dos placeres que no se quedan al margen de un gusto sino que permiten, además, acceder hacia una contemplación más sincera de la realidad, donde el hombre se sumerge como en una espiral ascendente, en cuya cúspide se halla lo que más anhelamos: la felicidad.

[1] El castellano que todos los hispanoparlantes hablamos tiene como principales raíces etimológicas el griego, el latín y el árabe. Los mexicanos también podemos orgullosamente incluir el náhuatl.
[2] Aunque la mayoría identifica la palabra música (music, musik, musique) con un piano, guitarra o cualquier producción de notas musicales, cuando leemos a Platón en castellano, «música» puede significar tanto la creación de sonidos como distintas disciplinas artísticas.
[Publicado en ISTMO 266, mayo-junio, 2003]

5.11.08

Crítica a dos voces de Mayo del 68

André y Raphaël Glucksmann, padre e hijo; el primero, reconocido politólogo y filósofo francés; el segundo, periodista y cineasta destacado, escribieron al alimón un libro de ensayos sobre el movimiento de 1968. La riqueza está en participar en el debate de ambas visiones. Por un lado, el padre que vivió el movimiento; por otro, el hijo nacido once años después de la revuelta de París. Cada cual expone sobre la actualidad de «Mayo del 68».

Roberto Rivadeneyra
«This is the end/ my only friend, the end/
of our elaborate plans, the end/
of everything that stands, the end/
and all the children are insane».

The Doors, «The End»
¿Qué significa el movimiento del 68 para la generación post? 40 años después se sigue escribiendo sobre el tema y es posible encontrar diversidad de opiniones: algunos elogian lo sucedido, lo alaban como un parteaguas en la historia del siglo XX, flujo de posibilidades y libertades, auténtica organización civil apolítica. Otros señalan los intereses de ciertos grupos e ideologías para imponer un gobierno comunista.

André y Raphaël Glucksmann analizan en Mayo del 68. Por la subversión permanente (Taurus, México, 2008) las motivaciones y actualidad del movimiento francés. El libro se enhebra con las opiniones de ambos. Se ayudan de filósofos, politólogos y otras mentes para construir este ensayo a dos voces. Dos voces que, sin embargo, se diversifican en muchas más. Como intelectuales posmodernos, ninguno se encasilla en una sola postura, analizan la situación desde muchas.

«LIQUIDAR LA HERENCIA DE MAYO DEL 68»
Los Glucksmann reflexionan sobre la permanencia del movimiento de 1968. Parten del discurso que Sarkozy pronunció en Bercy antes de ser electo presidente de Francia, donde exhortó a «liquidar la herencia de mayo del 68».

Junto con Raphaël (1979), muchos podemos cuestionar la afirmación del presidente francés. ¿Por qué atacar el 68 cuando se aspira a la presidencia…? ¿No hay problemas más candentes que tratar, escisiones más actuales que asumir, errores más recientes que denunciar? (p. 15)

Las preguntas son válidas, más porque ese 68 es ajeno a un alto porcentaje de la población. Sin embargo, existe un punto donde hay que exigir una respuesta: ¿cuál es la herencia? Si se busca liquidarla es porque continúa vigente y entorpece la vida política.

André (1937), el padre, enuncia el legado que Sarkozy percibe del movimiento francés: crisis de la enseñanza, triunfo del cinismo y del relativismo, reinado de la holgazanería, apología de la delincuencia; todos los pecados de la actualidad tendrían su origen en el caso del 68. (p. 16)

Y se pregunta si es válido culpar al 68 de los vicios de la actualidad. Esta postura bolchevique-bonapartista (bo-bos) pretende cerrar los ojos a los acontecimientos históricos y acallar las voces preexistentes donde el relativismo y el nihilismo se adueñaban de la sociedad. Los bo-bos, como los llama Raphäel, su hijo, acusan a esa rebelión de trasgredir los valores de la sociedad francesa, de resaltar la apariencia sobre la verdad.

El análisis de estos autores me lleva a pensar que esta divergencia puede rastrearse a principios del siglo XX con la Primera Guerra Mundial como punto de partida y la segunda guerra como las indudables causantes del escepticismo en la razón. Si la racionalidad que se erige como esencia del hombre puede crear un artefacto como la bomba atómica, ¿por qué entonces debo seguir pensando racionalmente?

Relativismo, escepticismo y, en concreto, nihilismo son consecuencias de un mundo ensimismado en el positivismo. La ausencia de humanidades en las aulas y la excesiva fe en el progreso tecnológico miraron con auténtico asombro la destrucción de Hiroshima y Nagasaki y se sorprendieron al saber de la existencia de los campos de concentración nazis y rusos.

Si esta es la herencia que Sarkozy quería aniquilar en su discurso de Bercy, quizá no debió referirse a «Mayo del 68», sino a «Agosto del 45» (las bombas atómicas).

EL ESPÍRITU MUTILADO
Raphaël considera que las palabras del presidente francés tienen en la mira otro objetivo: el liberalismo. Prohibido prohibir rezaba un graffiti dentro de la Sorbona, junto a otro: Todo es posible. Las banderas rojinegras lindaban con los pósters de Marx, Lenin y Mao y este par de eslóganes, que se convirtieron en la motivación principal de los jóvenes que exigían derechos y libertades académicas.

Se lee en los ensayos de los Glucksmann que para muchos el 68 nos regaló la democracia, los derechos humanos y la libertad de expresión. En efecto, ciertas bondades surgieron a partir de los movimientos estudiantiles, no sólo en Francia, sino en el resto del mundo. Pero, ¿la democracia?, ¿los derechos humanos? y ¿la libertad de expresión? Haría falta ser sumamente ingenuo para pensar que allí están las semillas democráticas, humanísticas y expresivas de las que hoy gozan algunos países.

Los liberales-libertarios (lib-libs) vieron en «Mayo del 68» la ranura por la cual se infiltró la apertura de mercado. Su elogio, sin embargo, es exagerado. El consumismo existía desde antes, aunque es cierto que la rebelión aceleró el proceso.

Las bases de ese laissez faire son aún más delicadas. Los tabúes y las reglas que estructuran toda colectividad ceden frente a mis deseos y mis ansias. Cantaron: «Vivamos sin tiempos muertos, gocemos sin trabas», y yo voy de objeto de consumo en objeto de consumo, de placer en placer. (p. 59)

Esa liberalidad se atropelló a sí misma. Luchar por la libertad desde la libertad es una tautología. Si se me da la posibilidad de exigirla, ¿cómo es que exijo libertad? Tal demanda encontró, no la libertad, sino la opresión, la esclavitud de la razón por los placeres. El espíritu que buscaba volar mutiló sus propias alas. Y continúa explicando Raphaël:

«Disolvieron la nación en la sociedad, la Historia en la actualidad, las ideas en las emociones.» ¿Qué mosca les picó? La situación económica no era mala en la primavera del 68; el poder, ni más ni menos represivo de lo habitual; la izquierda, ni más ni menos dormida; el PC [Partido Comunista], ni más ni menos impotente, y los grupúsculos izquierdistas, ni más ni menos revolucionarios. (p. 60)

¿Entonces qué cambió? ¿Qué nos heredó? ¿Por qué los liberales pusieron tanto énfasis en ejecutar este movimiento? Las respuestas parecen turbias.

FRENTE A UN NUEVO TIRANO: EL CONSUMISMO
A diferencia de lo sucedido el 2 de octubre de 1968 en México, Francia presume no haber derramado gota de sangre. André explica el acontecimiento de mayo con un par de vocablos: espectáculo y sublime. Espectáculo porque el movimiento trascendió el tiempo y el espacio y lo reconoce gente que ni siquiera fue parte de él. Sublime en tanto que es un golpe de consciencia y el ser humano se enfrenta a algo que supera su entendimiento. (Cfr. p. 135)

Las ideas de André encuentran eco en las de su hijo quien piensa que el giro revolucionario se ha volcado sobre sí mismo. Hoy las revoluciones son espontáneas, imprecisas y exentas de ideología política. La revolución no se anuncia, se ejecuta y asombra incluso a los mismos que la componen. Lo menciona Raphaël: El papel clave de las masas distingue los golpes de Estado de las revoluciones. (…) La invención genial de Mayo, su revolución en la revolución, es la transferencia de la violencia, consustancial a toda insurrección, al dominio simbólico. (p. 197)

Agrega que los símbolos son el nuevo lenguaje de la realidad. Hoy vivimos bombardeados por representaciones. El hombre ha dejado de observar, capacidad para encontrar la verdad, porque ahora está inmerso en un cosmos inventado para y por él. La figura del Estado también cedió terreno. ¿Contra quién rebelarse si el objeto de rebelión ya no existe?

Ahora otro elemento de la sociedad cumple esa función: el consumismo. El nuevo tirano, el que oprime la consciencia y subyuga la razón a las emociones. Su control es absoluto, no obstante, sólo es un concepto abstracto. La revolución de «Mayo del 68» derrocó más que a Charles de Gaulle, a la capacidad de los hombres por ser humanos, por perfeccionarse. Si Todo está permitido, nada es correcto, nada es incorrecto, no queda nada por perfeccionar.

POR LA SUBVERSIÓN PERMANENTE
El liberalismo, dice Raphaël, (…) se ha forjado en las ciudades, el lodo, los talleres, las guerras, las bibliotecas, las asambleas, las huelgas y los bancos de los siglos XV y XVI. (p. 223)

La idea que plantea alude al Renacimiento como origen y sustancia de la revolución capitalista contra la que se luchó en París, en la Sorbona, en mayo. El Renacimiento, ese periodo donde el espíritu europeo surgió, ese momento donde la cultura integró al hombre y la ciencia con la fe, donde se retomaron las bases de nuestro ser Occidental y se encendió la chispa del pensamiento universal, también desatrancó las puertas capitalistas.

Los orígenes de la revolución permanente se encuentran según el mismo autor en los avances científicos de los siglos XV y XVI cuando el hombre deja de ser el centro de la Creación, la Tierra ya no es plana, se descubre América, surgen las conmociones económicas y aparecen las guerras civiles teológico-políticas. El viejo mundo había dejado de existir, el mundo futuro no existía todavía: el hombre se movía en un intervalo, descentrado, dislocado, deslocalizado, positivamente indeterminado. Nada es seguro, «todo se torna posible». (pp. 202-203)

La búsqueda por cambiar, renovar y sustituir viejos parámetros no es nueva. Acompaña el curso de la historia. «Mayo del 68» fue otro de esos momentos donde la juventud y los intereses políticos confluyeron para impulsar nuevos órdenes que ignoraron fronteras. El gobierno en el poder nunca imaginó, sin embargo, los alcances de estos cambios.

Explica André que la famosa consigna de Mayo –«La imaginación al poder»– es dual. Por un lado, el poder se deposita en el imaginario colectivo. Este imaginario, al ser abstracto, sólo consigue su autoridad por medio del temor y respeto que de él tiene el pueblo. A su vez, la imaginación es la única que puede derrocar un ente abstracto como este, pues finalmente fue ella quien le otorgó su fuerza y gobierno. (Cfr. p. 197)

Concluyo con unas palabras de Raphaël: Invito al lector a que viaje –más allá de las depres posmodernas, las nostalgias posmarxistas, los autismos poshistóricos– al corazón de la aventura subversiva contemporánea para degustar el delicioso vértigo de un mundo en revolución permanente. (p. 194)

[Publicado en istmo 298, septiembre-octubre de 2008.]

28.8.08

¿Por quién doblan las campanas de Metallica?

NOTA: Este artículo lo escribí en diciembre del año pasado, sin haber escuchado nada del nuevo material de la banda que estos días se toca en la radio y se encuentra en YouTube. Sólo no quería dejar de publicarlo en algún lugar.

«When a man lies he murders some part of the world. These are the pale deaths which men miscall their lives. All this I cannot bear to witness any longer. Cannot the kingdom of salvation take me home.»
To Live is to Die, Cliff Burton


Desde 2006 Metallica viene anunciando que está por grabar su noveno disco. Dicen que éste ahora sí será como los anteriores, es decir, como sus cuatro primeros. Dicen regresar a sus orígenes y a las canciones monumentales de ocho minutos –o más. En YouTube se encuentra algo del material nuevo que al parecer incluirán en este álbum. Su rola «Death is Not the End» deja dudas y escepticismo sobre su «regreso» como un grupo de Thrash Metal.

UNA HISTORIA RUIDOSA
1983 puede considerarse como el año en el que el Metal se presentó al mundo. Cuatro bandas se instalaron en la escena: Metallica, Megadeth, Slayer y Anthrax. Un abrumador y escandaloso ambiente musical comenzaba a pulular.

Metallica grabó su primer demo en 1981, «Hit the lights», incluido en la recopilación Metal Massacre bajo el sello Metal Blade Records. La intención de su dueño, Brian Slagel, era grabar grupos de metal desconocidos y sin sello discográfico. Al año siguiente aparece Metal Massacre II con la inclusión de Overkill, un grupo neoyorquino de Thrash Metal aún vigente. En 1983 Slayer aparece en Metal Massacre III junto con Trauma, banda que se quedó en el anonimato, pero de donde surgió Cliff Burton, bajista de Metallica durante tres discos hasta su fatal accidente. El camino del metal comenzaba a abrirse.

Muchos consideran a Metallica como pionera del género. Su primer disco, Kill 'Em All –cuyo título original, Metal Up Your Ass, fue rechazado por todas las distribuidoras al considerarlo ofensivo– se conoció en 1983 bajo el sello Metalforce Records. Ese mismo año Slayer compartía su primogénito Show no Mercy. En 1985 saldrían a la venta los primeros discos de Anthrax y Megadeth con Spreading the Disease y Killing is my Business…and Business is Good! respectivamente. Y se desatrancaron las puertas del averno…

LA POTENCIA DE METALLICA
El primer álbum de la agrupación encontró rápida aceptación por parte de una serie de jóvenes fastidiados por el «Hair Metal» encabezado por Mötley Crüe y Ratt. Eran principios de los ochenta y la gente buscaba música auténtica, es decir, donde predominara el contenido lírico y de composición antes que una apariencia falsa cuyo primordial objetivo fuera conseguir chicas para llevar al backstage tras los conciertos.

En medio de este despeinado ambiente roquero surge la propuesta de Metallica, brutalmente agresiva y demandante. Exige fidelidad al fan. Incluso, un himno con «Whiplash» donde la letra manifiesta: We’ll never stop/ we’ll never quit/ ‘cause we are Metallica (en concierto modifican esta última estrofa por ‘cause you’re Metallica).

Pero, ¿quién es Metallica? Aparentemente, todos lo somos, al menos todos los que desde sus inicios seguimos su trayectoria, compramos sus primeros discos y nos identificamos con su poder musical.

James Hetfield, líder y vocalista del grupo, lo ha mencionado en varias entrevistas: «Queríamos ser escuchados. Si para eso teníamos que tocar más rápido lo haríamos y lo hicimos».

Ride the Lightning, su segunda entrega, engendró una de las mejores canciones escritas en el género con «Fade to Black». La combinación lento-rápido fue lapidaria. Mostraban que no sólo sabían tocar presto y agresivo, sino también melódicamente. Los arpegios de la primera parte son exquisitos y la cadencia de la canción enaltece su sello: la velocidad.

Para 1986 escriben uno de los mejores álbumes del Thrash Metal: Master of Puppets. Una pléyade de títulos aparece en el disco donde rola tras rola la banda muestra la madurez que había alcanzado. Cada una de las canciones está bien trabajada. Se pueden apreciar los arreglos que detrás de cada una hay. ¡Qué decir de las letras! Poderosas, denunciantes, enojadas y conscientes.

Tres años después grabarán lo que para muchos fue el último verdadero disco de este grupo. And Justice For All es una oda a los estados alterados de consciencia. Sus letras son de calidad poética. Cito «The Eye of the Beholder»: Do you choose what I choose?/ More alternatives/ Energy drives from both the plus and negative./ Do you need what I need?/ Boundaries overthrown/ Look inside to each his own./ Do you trust what I trust?/ Me, myself and I/ Penetrate the smoke screen I see through the selfish lie.

¿Qué decir de «Blackened» y su impresionante batería? ¿O del doble bombo en «One»? ¿O de la bellísima melodía en «To Live is to Die»? Incansablemente, se manifestaban contra el gobierno, las drogas, la falta de consciencia ecológica y la guerra. La música era su medio de expresar todo su enojo y no había quién lo combinara mejor.

LA ESPIRAL QUE DESCIENDE
El Black Album marca para muchos el comienzo de la decadencia de Metallica. Los noventa no le sentaron bien a un grupo lleno de protesta e ímpetu por ser los más rápidos y mejores en su género. La composición de las doce canciones del disco está sumamente cuidada, pero carecen del sigilo que la banda había marcado. Las bendiciones económicas comenzaron a llegar y se convirtieron en el grupo de «rock» más reconocido de la época. Colmaban los estadios por dos o tres noches consecutivas. En México fueron el primer grupo en llenar el Palacio de los Deportes por cinco veladas.

Tal vez el requinto de «The Unforgiven» sea uno de los mejor escritos en su composición melódica. Sí, pero eso ya no es Metallica. La atmósfera de «My Friend of Mysery» es seductora, pero eso tampoco es Metallica. A partir de ese momento parecen haber olvidado su propio himno. Se detuvieron y dejaron atrás aquello que los impulsó a ser una de las mejores bandas de Thrash Metal. Ya no éramos todos Metallica, sino sólo ellos. Si a los demás nos gustaba lo que hacían, bien; si no, ni modo.

Esta sentencia quedó clara con sus posteriores discos: Load y Re-Load. ¿Dónde quedó Metallica en esos discos? St. Anger parece querer regresar a las canciones de larga duración, pero la esencia sigue perdida. Incluso se escuchan en ocasiones como una Nu-Metal Band antes que como una de Thrash. «The Unnamed Feeling» es una de las rolas donde vislumbramos esta búsqueda, pero donde aún no se hallan. «Some Kind of Monster» podría ser, pero cojea.

¿EL REGRESO DE METALLICA?
Se dice que en el otoño de 2008 saldrá el nuevo álbum, el de regresión a los ochenta. La canción que tocan en sus conciertos como adelanto, «Death is Not the End», parece aún alejada.

Para empezar, la letra habla sobre un estado espiritual, no sobre una protesta social. La voz resulta calma y con poco brío. Los riffs alcanzan por momentos la intensidad de sus primeras ediciones. Sin embargo, no se nota la construcción lograda de «For Whom the Bells Tolls», «Welcome Home (Sanitarium)» o «Harvester of Sorrow».

La esencia de Metallica, parece claro, estaba en su disgusto por la sociedad del consumo, el mundo y lo que le rodeaba. De allí extraían la energía que vestía cada una de sus composiciones. No se duda de su capacidad musical. Es conocida y probada su habilidad para combinar tiempos, ritmos y arreglos de finísima calidad. Pero Metallica no se dio a conocer sólo por ello. Quienes nos identificamos con su sonido inicial buscamos constantemente el binomio música-agresividad. Su pasión y autenticidad fueron encandiladas por una atmósfera de comodidad y experimentación.
Parecería que necesitan les recordemos la letra de «Battery» donde afirman: We create the battery. ¿Más claro que eso? Lamentablemente el ímpetu ha de provenir de ellos. Como con cada disco desde Black Album, la expectación de la espera navega en su contra. Sólo deseamos que este nuevo álbum no sea un clavo más en su ataúd.