Desde el martes de esta semana alrededor de la hora de la comida ha llovido. Desde ese mismo día, al terminar los aguaceros, noté en los charcos que quedaron como consecuencia de la lluvia una nata amarilla. Al principio pensé que a alguien se le habría chorreado algo. Esta idea fue abandonándome conforme veía más y más charcos con esta nata amarilla. Hoy, después de estacionar mi coche y caminar hacia mi oficina, noté más nata amarilla allí donde ayer por la noche había charcos. Entonces concluí que seguro los mayas tenían razón y el apocalipsis se acerca: ¡está lloviendo azufre!
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