10.12.09

Mi pensamiento divaga: se columpia sin más. Abro la página y sé que quiero escribir pero no me llega nada ordenado. Las ideas están abigarradas. Y sin embargo, aquí estoy, escribiendo. O mejor dicho, describiendo el caos que en este momento matutino impera en mi cabeza. Así ocurre, así me ocurre. Varias veces, más de un amigo, me ha dicho que cuando hablo soy oscuro, pues expreso conceptos a medias o mis hilos argumentativos hacen saltos. Claro, todo está muy claro en mi mente, pero y eso cómo lo van a saber los demás.

Alguna vez otra persona con quien platicaba me preguntó sobre el valor que para mí es el más importante. Respondí al instante que la confianza. Se quedó un segundo pensando y me replicó: "es cierto, lo malo es que también le tienes mucha confianza a tus ideas". Ese gancho al hígado --o mejor dicho, lóbulo frontal-- no me lo esperaba. Me tomó por sorpresa y nunca he dejado de pensar en eso. Y tiene razón, pero tampoco encuentro la salida.

Borges comparte en unas charlas que alguna vez impartió en cierta universidad estadounidense que tres son sus más recurrentes pesadillas: los espejos, el laberinto y el infinito. Finalmente, colocar un espejo frente al otro crea la tercera. "Los dos reyes y los dos laberintos" es uno de los cuentos del argentino que más me gusta: sencillo, simple, claro y contundente. El laberinto. Así imagino en ocasiones mi cerebro: un ratón corriendo de un lado a otro procurando salir de la invasión que mis pensamientos le proveen... pero que sólo termina muy agitado porque no hay a dónde ir.

Caos, desorden y tropiezos intelectuales se suceden sin previo aviso. No me importa --demasiado-- pues creo en la teoría de la entropía: todo caos tiene un orden y tiende al orden. De alguna manera --mística o provindencial-- sé que termino por encontrar algún hilo del cual puedo jalar para construir un texto coherente o un argumento racional o una idea práctica. Tal vez algún día aunque este no haya sido el día.

2 comentarios:

isolino dijo...

Un elefante...

Por un momento pensé que podría toparme con tu primer escrito realmente interesante. "Mi pensamiento divaga". ¡Épa! Me recordó a Villaurrutia: "Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro / cae mi voz / y mi voz que madura / y mi voz quemadura / y mi bosque madura / y mi voz quema dura /como el hielo de vidrio / como el grito de hielo / aquí en el caracol de la oreja / el latido de un mar en el que no sé nada / en el que no se nada".
Pero no. No señor, no rotundo. Porque de inmediato el yerro, la pifia. "Se columpea sin más". Es casi como el fotocopea. Qué lamentable, qué más da. Y, claro, no seguí leyendo. Pero qué se podría esperar de alguien que desprecia el fútbol y enloquece con el americano.

Roberto Rivadeneyra dijo...

Me entristece saber que no lo terminaste de leer, así como mi terrible pifia, la cual corrijo para que puedas terminarlo.