9.2.07

La impermanencia

Antier por la noche me enteré de que un alumno que tuve cuando daba claess en prepa se había suicidado. ¡Madres!, pensé. ¿Qué pasa por la cabeza de un chavo de 16-17 años para llevar a cabo un acto como ese? Comencé a recordar cómo era él como alumno. No era brillante, era diferente a los demás, muy introvertido, con problemas como todos los adolescentes pero no había nada que a mí me dijera que tenía una depresión tal que lo llevara un día a buscar quitarse la vida. Y probablemente no la tenía en ese momento. Tal vez un desamor, una distorsión de la realidad o una curiosidad. No lo sé. Comencé a pensar en varias cosas.

Una de las cosas que pensé es que ahora él sabe lo que es estar del otro lado, en ese otro plano existencial. Tal vez me está viendo en este momento, me decía a mí mismo. Tal vez, incluso, pueda leer mis pensamientos antes de que salgan de mi boca. Wow, al tomar una decisión tan difícil puede que haya adquirido habilidades para nosotros desconocidas. Qué interesante. Uno de mis profesores en la carrera alguna vez nos comentó que a él le gustaba leer al menos una vez al año la Apología de Sócrates y que después de haberlo leído tantas veces llegó a una conclusión: Sócrates no buscó huir de su condena porque tenía curiosidad, quería saber qué era la muerte. Tras leer el Fedón es posible agregar sustento a dicha idea: la filosofía es un preparse para la muerte. Los argumentos que desarrolla Platón en dicha obra para, en boca de Sócrates, explicar porque la muerte debe ser para todo filósofo un objetivo constante no los desarrollaré aquí. Sin embargo, la idea es muy interesante.

Para los budistas los Occidentales estamos muy poco preparados para morir. De hecho, la educación tanatológica es poca o prácticamente nula. Pero algo es muy cierto, nada en esta vida, en este mundo es permanente. Heráclito tenía razón: todo es movimiento. Basta un poco de observación para comprobarlo. Todos los días células de nuestro cuerpo mueren y otras nacen; a nivel celular nunca somos la misma persona. Todos los días los árboles pierden hojas y brotan retoños. Nuestra sangre se renueva a diario al igual que el aire. Incluso nuestros pensamientos están en movimiento a cada segundo (incluso dormidos). ¿Por qué entonces pensamos en la permanencia corporal, material como si fuera absoluta? Por salud mental y emocional debemos reconocer que todo lo que nosotros conocemos tiene principio y fin -nosotros incluidos.

Es frecuente asociar las pérdidas materiales con la muerte o la tragedia. Sin embargo, pienso que esto es debido a una cultura -la que vivimos- donde se exalta el cuerpo y los bienes materiales. El ser no es un objeto como una mesa; trasciende a ello. Liberar nuestras ataduras materiales en vida nos permitirá vivir una mejor muerte -en carne propia y en carne ajena. La huida del cuerpo de alguien no nos debería afectar tanto. Hay que educarnos en la muerte desde pequeños. No hay opción. Como ya lo he mencionado antes, es lo único que tenemos seguro: moriremos y también lo harán muchas personas que queremos y conocemos. Leyes de la vida.

Mientras escribí este texto escuchaba el Requiem de Berlioz. Dedico estas notas a quien ha trascendido en la impermanencia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajaja anu sin conocerte con la mayoria de tus entradas, se puede ver tu tendencia filosófica, solo te falta un letrero que diga, "soy totalmente platonico" tal vez eso te regale en tu cumpleaños...

Franny Giselle Murillo dijo...

Lo siento por tu alumno Robert. Si, todos debemos de morir, es inevitable, sólo hay otra cosa tan inevitable como la muerte... no, los impuestos no, je je. La vida. Por más que este chico huyo no lo pudo evitar, vivió. Ahh, bueno ya me voy si no me pongo mas reflexiba y ahorita estoy trabajando. Saludos y buena suerte.

Enrique G de la G dijo...

Bastante pinchón eso, eh. I've been through that already, and it really sucks!