16.3.07

I'm back!

Amigos,

Por fin he vuelto. Debido a cuestiones laborales el último mes me la he pasado de pata de perro. He ido aquí y allá y más allá y más acá. Conocí lugares del país a los que nunca había ido y hubo cosas que me gustaron. Por ejemplo, en una semana visité Torreón y Guadalajara. Torreón es un lugar pequeño, con un gran atractivo que es el Cristo de las Noas. Es bastante impactante. De hecho, es el tercer Cristo más grande de Latinoamérica (desconozco si hay de estos cristos en otras partes del mundo). Está en la cima de un cerro y al llegar hay una iglesia y varias capillas que rodean una ladera del cerro. El ambiente queda permeado por la música sacra. Cantos gregorianos se escuchan por donde se camine. El lugar también sirve como mirador de la ciudad y lo curioso es que desde allí se pueden ver dos estados colindando: Durango y Coahuila. Recomiendo un restaurante en Torreón donde se come muy bien, se llama La Majada.

Luego viajé a Guadalajara. He de confesar que tengo un problema con esa ciudad y es que me parece que Guadalajara es la cuna del machismo mexicano. Los mariachis no son santo de mi devoción y el tequila nunca ha sido una bebida que aprecie mucho. Siempre preferiré la cerveza, aunque esto tal vez lo publique en otra ocasión. Lo que sí tengo que mencionar aquí es que en Guadalajara abunda la belleza femenina. No sé si no comen bien, padecen trastornos psicológicos o simplemente tienen una genética privilegiada, pero qué guapas son por allá las chamacas. En la Perla de occidente, como algunos le llaman, probé un platillo exótico delicioso: quesadillas de pétalos de rosa. ¡Qué delicia! El restaurante obligado cuando anden por allá es Sacro Monte. Excelente servicio y platillos suculentos.

Otro día viajé a León. La experiencia en el avión fue particular. Me fui en Aeromar, "La línea aérea ejecutiva de México", y vaya experiencia. Para comenzar les diré que son aviones de doble hélice. Cuando lo vi pensé que una turbulencia nos azotaría sin lugar a duda contra el piso. Para mi suerte, me tocó el asiento 1C, con la novedad de que sólo existen dos asientos de primera fila, 1C y 1D (evidentemente no existe la Primera Clase). Lo propio de mi lugar era que tuve la fortuna de observar al resto de los pasajeros durante la hora que dura el vuelo a León. Así es, mi asiento es volteado. León es una ciudad que me agradó bastante. Podría ser una buena opción en algún momento. Mi favorita sigue siendo Querétaro, pero León no desmerece.

Monterrey fue la siguiente escala. El clima estuvo muy agradable. El cielo despejado me permitía comprender empíricamente la razón del nombre de la ciudad. Montes por todos lados, aunque eso sí, pelones todos. Sin embargo, me parece que tienen su atractivo. Aquí tuve el gozo de hospedarme en un hotel que estaba frente a la vía del tren y, a diferencia de la ciudad de México, aquí sí pasa el tren de carga con harta frecuencia. El colmo fue cuando a las 3 de la madrugada escuché el pitido del tren -porque han de saber que además frente al hotel está el curce sin pluma, por lo que al tren no le queda otra opción que hacerse sonar para evitar que los automóviles se crucen. Que me despierto como bólido y al asomarme por la ventana comprobé que no era una pesadilla, el tren estaba efectivamente cruzando la calle. ¿A quién se le ocurre construir un hotel frente al cruce de un tren?

El último viaje fue a Hermosillo. Tiene su atractivo. El calor es sumamente seco. Es un lugar pequeño, de apenas un millón de habitantes. Pero no importa si hay pocos habitantes porque las habitantes son hermosas por allá. Es una belleza muy particular. La carne allí es sabrosísima. De comer pedí una arrachera que, además de gigante, estaba jugosa, rica. En otra ocasión fuimos a comer a un restaurante llamado Los Arbolitos. Allí venden mariscos, pero la carta de mariscos es realmente para asombrarse. Hay cosas que uno nunca había escuchado como Camarones a la Cordon Blue, Camarones Mignon, Machaca de Jaiba y muchos más que en este momento no recuerdo. Yo pedí los Camarones a la Cordon Blue y qué cosa tan deliciosa. Eran camarones empanizados, rellenos de jaiba y con una capa de queso gratinado en cima. Un par de cervezas Indio acompañó semejante exquisitez. De postre ordenamos unas Coyotas. Son unas galletas rellenas de piloncillo. Pídanlas, no se arrepentirán.

Lo que de estos viajes concluyo es que debería existir algún tipo de plan por parte del gobierno para que los mexicanos pudiéramos conocer mejor nuestro país. Todo tiene su belleza, todo su tradición. A ninguno de los lugares que fui me arrepiento de haberlo conocido. Tal vez de lo que más me arrepiento es de haber regresado a esta monstruosa ciudad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajaja deja a mi ciudad en paz, no es mounstrosa es diferente... porcierto conrespecto a los trenes de carga, te voy a traer una noche a dormir por mi casa, para que los conoscas, claro despues de tantos años pasan dos cosas.

1.- te acostumbras
2.- tienes medido el de las 3:00am.

que bien que te pasaras bien tus no vacaciones, nos vemos pronto primo.

Enrique G de la G dijo...

¿Qué tal el Cerro de la Silla, eh? Qué mal parada dejaste Monterrey, eh: cerros pelones, los trenes del insomnio, carencia de seguridad ferroviaria... ni siquiera nos diste crédito por las arracheras, que son nuestras, no sonorenses.

Saludos.

Roberto Rivadeneyra dijo...

Kics,

Me encantó el Cerro de la Silla. No me parece despectivo hablar de los cerros pelones, es cierto y encontré agradable ese detalle. De hecho, me gustó Monterrey como para irme a vivir.

Lo del tren no es culpa de la ciudad sino de los dueños del hotel que tuvieorn la genial idea de construirlo frente al cruce.

Tienes razón: en El Mirador probé una arrachera exquisita junto con una muy buena carne seca.

Saludos,