Descubrir al hacedor y padre de este universo es difícil, pero, una vez descubierto, comunicárselo a todos es imposible. (Platón, Timeo, 28c)
31.10.06
Naturaleza perfecta
La perfección no existe entre los seres humanos. Las formas perfectas son productos de la continua mentalidad del hombre por sentirse dios. El círculo de 360 grados sólo habita en los recónditos laberintos de la mente. ¿Por qué entonces concebimos un concepto como el de perfección? ¿Realmente se nos introduce al nacer, como afirma Descartes? De ser así, ¿quién lo introduce? ¿Cuál fue el parámetro que hemos tomado para albergar semejante monstruosidad? Ya es un cliché hablar de la perfectibilidad del ser humano. No por ello deja de ser menos cierto que los seres humanos podemos mejorar lo que hacemos. Mi duda es, ¿siempre podemos mejorar o existen límites? Al observar la realidad me percato más de los límites que existen que de lo contrario. ¿Por qué, entonces, nosotros pensamos que podríamos ignorar lo evidente?
De hecho, aquí está lo interesante. La realidad está limitada y, hasta donde sabemos, eso incluye al universo, que si bien está en expansión continua, no hay materia nueva, sino la misma que existió desde la Gran Explosión, sólo que abarcando más espacio. (En este momento no me meteré a la discusión de cuál es el espacio que dicha masa está ocupando; si es un vacío o un lugar hueco.) Parece ser, entonces, que la idea de perfección sí tiene un referente tangible. Todo lo limitado nos lo recuerda, reminiscientemente, una y otra vez. La perfección es el límite total. Alcanzada la perfección el movimiento deja de existir, porque como bien lo advirtió Heráclito, el movimiento es cambio. Lo perfecto no puede cambiar, porque entonces no sería perfecto.
La inmovilidad de la perfección me recuerda a una estatua que, incapaz de expresión alguna, está allí. Pensemos en una estatua humana. Tomemos El pensador de Rodin. Ese ser que sentado sobre una piedra está en una actitud de análisis, dilucidando tal vez el misterio del mismo ser humano, resolviendo la dualidad y contradicción que habita en cualquier hombre, no puede dejar de pensar. Sería imposible que nos comunicara sus conclusiones, que se levantara efusivamente para compartir unas palabras. Lo que imposibilita esto es la naturaleza de El pensador. Una estatua no debe hablar, moverse, gesticular, llorar o reír. Su condición, dada por el escultor, es la de permanecer por siempre como fue concebida y esculpida.
El ser humano, por el contrario, tiene una naturaleza cambiante. La rigidez no es propia de nosotros. Desde el instante en el que el espermatozoide fecunda al óvulo el movimiento es incesante. A diario se nos mueren células que sustituimos por nuevas. El cabello crece, las uñas, nuestros huesos y músculos también. Incluso cuando hemos alcanzado el crecimiento físico "total" hay movimiento. La sinapsis es otro ejemplo de ello, que ya sea despiertos por medio del análisis o dormidos arrojándonos imágenes para soñar, mantiene las células cerebrales en movimiento. Los únicos objetos que se mantienen estáticos (y esto también habría que revisarlo ya que los electrones, protones, neutrones y demás partículas subatómicas nunca reposan) son aquellos que nosotros creamos o los inertes. Si lo dudan, tomen una cámara en la cual puedan dejar abierto el diafragma por un segundo o dos y enfocar a cualquier ser humano. Al tomar la fotografía el ser humano fotografiado saldrá ligeramente movido, así hayan sido sólo dos segundos, mientras que los objetos circundantes, no.
Podemos querer hacer las cosas lo mejor posible (pero incluso eso ya implica una subjetividad, pues, ¿qué es lo mejor?). Ser perfectos como personas es imposible. Realizar obras perfectas también. La perfección es un paradigma a seguir que debemos saber nunca alcanzaremos mientras estemos vivos. No podemos ser estatuas ni aún queriéndolo; nuestra naturaleza impondría lo que es. La naturaleza misma, el universo, está constantemente en movimiento. El único ser que es perfecto en toda la existencia es Dios, pero como la perfección no es una naturaleza propia del ser humano, tampoco entendemos lo que implica una aseveración tan fuerte. Incluso la lógica es coja antes Dios. Lo único válido es la intuición y entonces nos quedamos con un Dios que cada quien percibe a su modo y que me parece, así debe permanecer hasta nuevo aviso.
¿Por qué entonces estresarnos por ser perfectos en lo que hacemos? ¿Por qué violentar nuestra naturaleza de esa forma? Léase que tampoco apelo a la mediocridad, pues ella es consecuencia de la holgazanería. Creo en el equilibrio (¿será el equilibrio la perfección?). Creo que el ser humano debe obedecer a su naturaleza y no olvidar que es un ser racional. La perfección, si es que existe para noosotros, algún día llegará (tal vez sea cuando logremos unir correctamente el binomio naturaleza-razón).
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4 comentarios:
De acuerdo. Pienso que la perfección no es más que, tristemente, uno de esos fantasmas del lenguaje como cuando decimos "la nada es..."; la perfección no tiene existencia por si sino en referencia a. O como diría el poeta: la perfección es lo que corazón ansia pero la razón le niega.
Me gusto mucho tu blog, seguiré leyendo,
Rafael Tobias
Ojalá te siga gustando. Seguimos leyéndonos.
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