Desde hace ya varios años descubrí que me gusta asomarme al interior de las casas. Cuando camino por la calle y veo una casa con las cortinas abiertas aprovecho para mirar. En ocasiones me detengo unos segundos para contemplar bien su interior. Entonces creo una historia: aquí vive una familia de clase media a la que le gustan... o aquí vive una señora --tal vez abuela-- sola que se quedó con el nido vacío y viuda hace un par de años; la casa aún está reordenándose, aunque ciertos recuerdos jamás serán tirados a la basura, de esa tarea ya se encargarán los próximos inquilinos.
El otro día mientras regresaba a mi casa pasé junto a un edificio. Eran como las 7 de la noche y en el primer piso una luz iluminaba una habitación. Como me tocó el alto aproveché para mirar: del lado izquierdo había una mesa sobre la que descansaba una tele de plasma de unas 37 o 42 pulgadas; en la derecha frente al televisor había un señor en camiseta y bermudas que veía la tele mientras subía los pies a un respaldo que tenía enfrente. En la tele pasaban un partido de futbol. El señor tenía sobre sus muslos una laptop en la que imagino revisaba su Facebook o alguna página noticiosa mientras escuchaba y oteaba el partido. Se puso el siga y tuve que continuar mi trayecto. ¿Qué habrá hecho después?
5 comentarios:
Leyó tu blog y se dió cuenta que no tiene que temer a los numerati por que los fisgones a la antigua son capaces de hacer mas daño que los fisgones electronicos.
jajaja chunga. Sauludos
Ve a Holanda, donde se puede fisgonear rebién...
Vouyeur
Mirones, fisgones, metiches... los amigos de lo privado, a fin de cuentas, andan por la vida metiéndose en lo privado. La gravedad no radica sólo en que aquello no les importa, sino en transgredir las débiles fronteras que separan lo privado de lo público.
Pero qué le vamos a hacer en medio de una cultura que se rinde ante la publicidad y que ya no valora lo oculto.
Vouyeur
Mirones, fisgones, metiches... los amigos de lo privado, a fin de cuentas, andan por la vida metiéndose en lo privado. La gravedad no radica sólo en que aquello no les importa, sino en transgredir las débiles fronteras que separan lo privado de lo público.
Pero qué le vamos a hacer en medio de una cultura que se rinde ante la publicidad y que ya no valora lo oculto.
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