El viernes me compré la agenda que utilizaré durante el año entrante. Como algunos de aquí lo saben --incluso si buscan en este espacio encontrarán un artículo titulado "Las agendas o la pérdida de la memoria"-- que considero a las agendas como agentes nocivos para el desarrollo de la inteligencia; particularmente, de la memoria. En mi defensa diré que cuando uno trabaja bajo la estricta supervisión de Cronos, no queda más que tener una agenda a la mano para lograr organizarse. Si mi fecha de cierre es tal día, entonces el material tiene que estar listo tal, la corrección de estilo tal, el diseño tal, la revisión de carpeta tal, los cromalines tal y el envío a máquinas tal para que la revista esté impresa tal. Así funciona cualquier editorial --o al menos debería--. De esta manera calendarizo las 8 revistas que planeo editar en 2009.
La agenda que me compré para este propósito fue una Moleskine. En cuanto la vi, me atrapó, me pidió que me la llevara. Estoy ansioso por comenzar a escribir en ella todo lo que sucederá el próximo año. Sin embargo, sólo he colocado los cumpleaños de las personas que me interesa jamás olvidar y el día que regreso a trabajar. La agenda tiene varios detalles que me agradaron: al pasar la hoja de datos (esa también la llené) aparecen dos hojas, una con 2009 y otra con 2010 por mes y por semana. Doy la vuelta y me encuentro con 2009 otra vez por semana, pero ahora repartido en seis páginas con espacio para hacer pequeñas anotaciones. Al dar la vuelta me encuentro con un calendario ¿mundial? de las festividades de varios países. Allí me di cuenta que China, Israel, Japón, Rusia, Taiwán y Turquía no celebran la Navidad. Para ellos esa fecha es como para nosotros un 14 de noviembre.
Giro la página y hallo lo mismo que describí con 2009, pero ahora con 2010. Al terminar las seis hojas de 2010 me topo con dos páginas dedicadas a la planeación de viajes: destino, fecha y notas. Posteriormente vienen dos páginas más con los husos horarios seguidas por una página con las distancias entre distintas ciudades del mundo: por ejemplo, entre Nueva York y Tokio existen 6,737 millas. La página se encuentra con una donde aparecen los códigos telefónicos de diversos países: para llamar a Zimbawe hay que marcar (263) y su terminación electrónica es .zw. Luego otra página con medidas y conversiones: cuando nosotros estamos a -15 grados Centígrados, mi amigo Saúl está a 5 grados Farenheit. Una página más con las tallas internacionales: ¿a quién no le ha pasado estar en otro país tratando de comprar ropa y encontrarse con que las tallas varían mucho de un país a otro? Doy la vuelta y me encuentro con una página que trae una regla en centímetros y pulgadas, una hoja en blanco y el inicio de la agenda, el cual, por cierto, es de a página por día.
Cuando termine 2009 sabré de qué se nutrió este pequeño diario-agenda que recientemente adquirí.