«Sócrates - Pues bien, no nos dejemoslo que le falta. Qeuda aún en lo que se refiere a los sueños y a las enfermedades, entre las cuales se encuentra la locura, todos aquellos casos en los que se dice que se oye mal o se ve mal o se percibe defectuosamente cualquier cosa de que se trate. Sabes, efectivamente, que en todos ellos la doctrina que exponíamos hace poco parece quedar unánimamente refutada, sobre todo porque en estas situaciones se producen percepciones falsas y las cosas no son, ni mucho menos, como aparecen a cada uno, sino todo lo contrario: nada es lo que parece ser.[1]
»Teeteto – Lo que dices, Sócrates, es completamente cierto.
»Sóc.- Hijo mío, ¿qué argumento es, entonces, el que le queda por esgrimir al que sostiene que la percepción es saber y que las cosas que aparecen a cada uno son tal y como a él le aparecen?
»Teet.- No me atrevo a decir, Sócrates, que no tengo nada que añadir, porque, hace un momento, me has recriminado por decir lo mismo. A decir verdad, yo no podría poner en duda que, en la locura y en el sueño, se tienen opiniones falsas, pues hay algunos que se creen dioses y otros piensan durante el sueño que tienen alas y están volando.
»Sóc.- ¿Conoces una controversia que suele darse en relación a estas cosas, especialmente en el caso del sueño y la vigilia?
»Teet.- ¿A cuál te refieres?
»Sóc.- Muchas veces, creo yo, habrás oído formular esta cuestión: ¿qué prueba podría uno esgrimir ante alguien que nos preguntara si estamos dormidos en este mismo instante y soñamos todo lo que pensamos, o estamos en vela y dialogamos despiertos unos con otros?
»Teet.- En verdad, Sócrates, se queda uno perplejo, cuando se pone a pensar qué prueba es la que habría que aducir, pues en uno y en otro estado acontecen las mismas cosas en una perfecta correspondencia. Nada nos impide creer en el transcurso de un sueño que estamos discutiendo lo que acabamos de discutir. Además, cuando, al soñar, creemos estar contando sueños, la semejanza de uno y otro estado es extraordinaria.»
[Platón, Teeteto: 157e-158 c]
«Pero si éstos [los sentidos] nos inducen a error en algunas cosas en las poco sensibles y muy lejanas, por ejemplo —hay muchas que por los sentidos conocemos y de las cuales no es razonable dudar: que yo estoy aquí, sentado al lado del fuego, con un papel entre las manos, vestido de negro, es cosa indudable para mí. ¿Cómo puedo negar que estas manos y este cuerpo son míos? Para negarlo tendría que ser un insensato o un perturbado, como esos que aseguran continuamente que son emperadores y van vestidos de andrajos, o creen que poseen trajes de oro y púrpura y van desnudos o se imaginan ser un cántaro o que su cuerpo es de cristal. Ésos son locos y yo sería tan extravagante como ellos si siguiera su ejemplo.
»Sin embargo, no he de olvidar que soy hombre y, por consiguiente, que tengo la costumbre de dormir y de representarme en los sueños las cosas reales y otras tan inverosímiles y descabelladas como las que se les ocurren a esos insensatos. Cuántas veces he soñado que estaba como ahora, vestido, sentado ante la mesa, junto al fuego, con un papel entre las manos, y sin embargo, dormía en mi lecho.
»¿Estaré soñando ahora?»
[Descartes, Meditaciones metafísicas: Meditación primera]
«Un hombre sueña que concurre un banquete y se despierta para llorar y penar. Otro sueña en un entierro y se levanta para asistir a un convite. Mientras soñamos, no sabemos que soñamos. Sólo hasta que despertamos sabemos que estábamos soñando. Mientras el Gran Despertador no nos despierta, no sabremos si esta vida es o no un largo sueño. Pero los tontos creen que ya han despertado…»
[Chiang-Tzu, El sabio: El valor de la vida, en Trazos, de Octavio Paz]
»Teeteto – Lo que dices, Sócrates, es completamente cierto.
»Sóc.- Hijo mío, ¿qué argumento es, entonces, el que le queda por esgrimir al que sostiene que la percepción es saber y que las cosas que aparecen a cada uno son tal y como a él le aparecen?
»Teet.- No me atrevo a decir, Sócrates, que no tengo nada que añadir, porque, hace un momento, me has recriminado por decir lo mismo. A decir verdad, yo no podría poner en duda que, en la locura y en el sueño, se tienen opiniones falsas, pues hay algunos que se creen dioses y otros piensan durante el sueño que tienen alas y están volando.
»Sóc.- ¿Conoces una controversia que suele darse en relación a estas cosas, especialmente en el caso del sueño y la vigilia?
»Teet.- ¿A cuál te refieres?
»Sóc.- Muchas veces, creo yo, habrás oído formular esta cuestión: ¿qué prueba podría uno esgrimir ante alguien que nos preguntara si estamos dormidos en este mismo instante y soñamos todo lo que pensamos, o estamos en vela y dialogamos despiertos unos con otros?
»Teet.- En verdad, Sócrates, se queda uno perplejo, cuando se pone a pensar qué prueba es la que habría que aducir, pues en uno y en otro estado acontecen las mismas cosas en una perfecta correspondencia. Nada nos impide creer en el transcurso de un sueño que estamos discutiendo lo que acabamos de discutir. Además, cuando, al soñar, creemos estar contando sueños, la semejanza de uno y otro estado es extraordinaria.»
[Platón, Teeteto: 157e-158 c]
«Pero si éstos [los sentidos] nos inducen a error en algunas cosas en las poco sensibles y muy lejanas, por ejemplo —hay muchas que por los sentidos conocemos y de las cuales no es razonable dudar: que yo estoy aquí, sentado al lado del fuego, con un papel entre las manos, vestido de negro, es cosa indudable para mí. ¿Cómo puedo negar que estas manos y este cuerpo son míos? Para negarlo tendría que ser un insensato o un perturbado, como esos que aseguran continuamente que son emperadores y van vestidos de andrajos, o creen que poseen trajes de oro y púrpura y van desnudos o se imaginan ser un cántaro o que su cuerpo es de cristal. Ésos son locos y yo sería tan extravagante como ellos si siguiera su ejemplo.
»Sin embargo, no he de olvidar que soy hombre y, por consiguiente, que tengo la costumbre de dormir y de representarme en los sueños las cosas reales y otras tan inverosímiles y descabelladas como las que se les ocurren a esos insensatos. Cuántas veces he soñado que estaba como ahora, vestido, sentado ante la mesa, junto al fuego, con un papel entre las manos, y sin embargo, dormía en mi lecho.
»¿Estaré soñando ahora?»
[Descartes, Meditaciones metafísicas: Meditación primera]
«Un hombre sueña que concurre un banquete y se despierta para llorar y penar. Otro sueña en un entierro y se levanta para asistir a un convite. Mientras soñamos, no sabemos que soñamos. Sólo hasta que despertamos sabemos que estábamos soñando. Mientras el Gran Despertador no nos despierta, no sabremos si esta vida es o no un largo sueño. Pero los tontos creen que ya han despertado…»
[Chiang-Tzu, El sabio: El valor de la vida, en Trazos, de Octavio Paz]
[1] El subrayado es mío.
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