Hoy que ingresé a mi página de Hi5 me di cuenta que tengo 90 amigos. ¡Cuántos! «¡Qué afortunado soy!», debería pensar, pero… De esos noventa tal vez conozco a la mitad y de esa mitad sólo un puñado son realmente cercanos. Es decir, sólo 10 o 15 son mis amigos. Una vez más me asalta la pregunta: ¿qué es un amigo, qué es la amistad?
Afortunadamente, hace poco encontré un libro dedicado al tema. Lo escribió un misionero jesuita a finales del siglo XVI y principios del XVII. Su nombre era Matteo Ricci. El ejemplar que tengo, De la amistad[1], lo conforman cien sentencias. El autor lo escribió a petición del príncipe chino Jian’an, quien le dijo: «cuando hombres nobles de gran virtud se dignaron (sic) a pasar a mi tierra, no hay ocasión en que no los invite, les trate como amigos y los honre. El gran Occidente es la tierra de la moralidad y la justicia: quisiera escuchar qué piensa de la amistad».
El Xitai Ricci (maestro del grandioso Occidente, sobrenombre que confirieron al jesuita los letrados y reyes chinos de la época), con el deseo de satisfacer al príncipe, entregó Dell’ amicizia, donde sintetizó las enseñanzas de autores como Plutarco, Aristóteles, Diógenes Laercio, Cicerón, Séneca, san Agustín y Ambrosio entre otros. Por supuesto, incluyó ideas provenientes de los sabios chinos, específicamente de Confucio.
La edición que me llegó es una traducción castellana de Jesús Salazar que conserva también la versión italiana.
Las enseñanzas de Ricci no sólo complacieron a Jian’an, sino que a cinco siglos de su creación la fuerza de cada una de las sentencias lacra el ánimo de quien las lee. Cito la primera: «Mi amigo no es otro que la mitad de mí mismo; así, es otro yo. Por tanto debo considerar al amigo como a mí mismo». Sencilla, inteligible y real. El resto del libro conserva el mismo tono contundente.
Este tomo también incluye una introducción de Filippo Mignini, director del Instituto Matteo Ricci, que narra la vida e influencias del autor. Siguen los prefacios de Qu Taisu, amigo de Ricci, y de Feng Yingjing, curador de la obra china de 1601. El recorrido inicial finaliza con el proemio del propio autor publicado cuando Feng curó el texto.
El libro es un auténtico tesoro que puede leerse de corrido o por fragmentos. Personalmente prefiero esta segunda opción. El azar puede ser un juego divertido cuando lo que se encuentra son máximas. Realizo el ejercicio en este momento. Pienso en mi preocupación inicial, la de mis amigos en Hi5 y, concretamente, en cómo se define la amistad. Tomo el ejemplar, lo abro y aparece la sentencia 42: «Los confines de la amistad son amplios: también las personas más bajas en la sociedad, cuyo principal oficio es ser ladrones, se unen en grupos con amigos y así pueden luego ejercer su oficio». ¡Cuidado con esos amigos!, parece aconsejarme.
En la misma página leo la 43: «Cuando se considera al amigo como a sí mismo, entonces el lejano se avecina, el débil se fortalece, quien padece súbita desgracia vuelve a la prosperidad, el enfermo sana y –¿qué necesidad hay de tantas palabras?– el muerto está como si estuviera vivo».
Ambas sentencias arrojan luz sobre mi pregunta; ambas están en la misma página y fueron parte de la lectura casual que propongo. Reitero, si se prefiere la lectura lineal es igualmente válida, aunque no tan juguetona.
Veamos finalmente qué me aconseja Matteo Ricci para concluir esta breve inquietud: «Después de haber contraído una amistad, cuídate de no romper el pacto; ya que, una vez roto, aunque se puede reparar, es difícil regresarlo a su estado original. Las macetas de jade reparadas son feas a la vista y fáciles de romperse nuevamente: no tienen casi ninguna utilidad».
Esa fue la sentencia 84 y cierro con la 86: «Si no puedes ser amigo de ti mismo, ¿cómo podrás ser amigo de otros?»
[1] Ricci, Matteo. (2007). De la amistad. México DF: Los libros de Homero.
[Publicado en Istmo 296, mayo-junio 2008.]
2 comentarios:
cursi, mi querido Chunga, muy cursi
Acudo a tu reseña por el comentario -parece que perdido- a mi cita de Carlos Díaz.
Parece un libro sumamente atractivo. Encuentro, por otra parte, una cierta tendencia de muchos a trivializar el tema tachándolo de cursi. Quizá sea algo propio del machismo mexicano. Porque yo creo, como me lo enseñó Francesco Alberoni (otro italiano), que la amistad es la forma ética del amor.
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