Ayer contraté Cablevisión On Demand (COD). Lo hice porque en ocasiones no puedo ver lo que me gusta por estar trabajando o en actividades propias de la paternidad. Una vez activado pude notar que hay programas que se pueden rentar gratuitamente y algunos otros con cargos extra que van desde $14.99 pesos hasta $299. Estuve un rato navengando por el menú On Demand y renté un par de programas interesantes que eran gratuitos. Uno es el documental sobre Auschwitz que produjo la BBC; el otro, producido por la misma empresa, un documental sobre Ciencia y fe. Además del excelente contenido de estos programas, noté con alegría la ausencia de comerciales. De manera que pensé que esto de COD es una forma alternativa de disfrutar los programas sin la molesta publicidad.
Otra de las rentas que hice ayer fue Iron Man. Ni mi mujer ni yo la habíamos visto y pensamos, pues vamos a rentarla. Esta sí tenía un costo ($39 pesos). (Las películas que no tenían costo eran las dobladas...claro, ¿quién quiere ver una película doblada? Me repugna que doblen las películas...le quitan la mitad del sabor.) Comenzamos a verla y ambos notamos lo salpicada que estaba la película de publicidad. Estas son las marcas que vimos anunciadas: Rolling Stone, Vanity Fair, Audi, Burger King, Dell, Ceasar's Palace, Bulgary, LG, Verizon. Es probable que haya habido marcas que no alcanzamos a registrar. ¿Cuánto pagará cada una de estas empresas por aparecer en una película como esta? No debe ser nada barato; millones de personas verán la película (doblada o subtitulada, como yo prefiero).
Parafraseando No Logo, de Naomi Klein, la publicidad ha violado nuestra intimidad, nuestro derecho a salir a la calle y disfrutar de las propias reflexiones. Hoy, a donde volteemos --incluida la escuela, un lugar cuasi-sagrado-- vemos marcas. Nike, Coca-cola, Gatorade, Starbucks, Palacio de Hierro, HSBC, Bancomer, Banamex y la lista continúa, casi al infinito. Estos distractores minan cada vez más la capacidad de reflexión. Yo me he descubierto pensando en algo y distraerme gracias a algún ardid publicitario. Todo en aras de este nuevo hombre en el que nos hemos convertido --¿nos han convertido?--: Homo Consumus. Esta sociedad líquida, como la llama Zygmunt Baumann, diluye hasta nuestros pensamientos.
2 comentarios:
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La verdad a mi tambien me repugna la publicidad inmiscuida en todos lados, quiza lo que soporto menos son los anuncios que hacen en las telenovelas, descaradamente dicho por las mismas protagonistas. Ese tipo de publicidad fue el que hizo que dejara de ver "el mañanero", no pude soportar ver al antes rebelde brozo convertido en edecan de televisa y sus programas. Guakala
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