9.10.09

El diminutivo maquilla la realidad

Espero tener listo para la siguiente semana el texto sobre las falacias del aborto que estoy preparando. Hoy hablaré de otra cosa. Algo que lleva días, meses y tal vez años dándome vueltas en la cabeza y que ahora comparto tras ciertas reflexiones.

Cada vez soy más intolerante a los diminutivos. Es más, ni siquiera entiendo para qué sirven, para qué se crearon, por qué los aceptamos como parte del lenguaje. Sucede que creo en la verdad y ésta no está sino en la realidad. Pero la realidad sólo la conocemos por medio del lenguaje: sólo cuando puedo nombrar una cosa es que realmente puedo decir que la conozco. A su vez, pensamos bajo una estructura dictada por el lenguaje. ¿Por qué, entonces, disminuir a las palabras? Hijito, Pedrito, florecita, agüita, relojito, tecito, cariñito, amorcito...

Mi conclusión es que quien utiliza diminutivos en su lenguaje diario tiene un problema de realidad. Me explico. Para ello utilizo una frase de TS Elliot: "El hombre es capaz de muy poca realidad". Ver la cosas como son es más complicado de lo que parece --y se dice--. La verdad, como ya anticipé, se funda en el conocimiento de la realidad: el árbol, la manzana, el ser humano... De manera que si nombro a esa realidad diminutivamente estoy reduciendo su carga ontológica a algo que me resulta más accesible a mis parámetros de verdad. Sencillamente la realidad es muy "pesada" para soportarla. Se convierte en una lápida que hay que cargar y por eso la cincelo con cada sufijo -ito o -ita.

Otro principio de la verdad es el de la sinceridad --que acompaña también la honestidad--. Pero ser sinceros es decir las cosas con las palabras justas. Utilizar diminutivos no es hacer buen uso del lenguaje, no es utilizar las palabras justas. Es utilizar las palabras que me permiten aligerar la carga que implica hablar de la realidad, porque, insisto, me pesa. Y claro que la verdad pesa, pero pesa más cuando la hemos querido cincelar. Entre más martillazos le damos, más carga colocamos sobre nuestros hombros (¿nuestra mente?), pues ahora no tengo que cargar una piedra, sino millones... y la cantidad infinita es un lastre mental.

El maquillaje se utiliza para exaltar ciertos rasgos y ocultar otros. Pero la realidad no necesita maquillaje, pues la realidad es. Más nos vale acostumbrarnos a verla tal cual es si no queremos que un día, al despertar, tengamos un infartito al miocardito que nos mande a la tumbita.

4 comentarios:

saulaxo dijo...

Me recordo un chiste que me contaron en la primaria.
Habia una señora que para todo decia diminutivos. Me pasas la saleciata para ponerle a mi guisadito etc etc. Un dia estan en una cena elegante y el marido le dice en secreto que ya lo tiene hasta la madre y que si dice un solo diminutivo mas, le va a poner sus chingadazos. Al final de la cena le preguntan que si quiere repetir un plato y la ruca responde:
"muchas gracias Sr beno, la cena estuvo exquisa pero ya no tengo mas apeto"
fin
feliz regreso chunga. Quiza te jodo demasiado para que escribas algo pero la neta tengo tu pagina en la lista para que se abra todos los dias y me desespero si pasa mucho tiempo sin cambios...

Anónimo dijo...

contraejemplo: el lenguaje designa realidades que no son conocidas del todo, por ejmplo "ser" o "Dios". Si alguien dice "diosito" no puede rebajar su ontología, o al menos no lo podemos saber, tampoco con "seresito"

isolino dijo...

Quijotesco

No puedo más que sorprenderme por tan polémico regreso. Uno de los defectos más divertidos de los platonistas es su tendencia al radicalismo.

¿Qué mal han hecho los diminutivos? ¿Qué parte de la realidad tergiversan? ¿O es lo mismo un vasito de leche que un vaso de leche? ¿Un vinito que un vino? ¿Da igual leerse una novelita que una novela?

Si el diminutivo existe es porque en la realidad hay algo que lo amerita, no es gratuito. Ahí está el mosquito que no es lo mismo que el mosco.

O una mosquita muerta, ya que hablamos de insectos. ¿A poco te da lo mismo una sopita caliente que una sopa?

Ya lo dijo el Quijote, amigo mío, que para mantener la salud en óptimo estado hay que "hablar poquito y mear clarito". Jeje, por eso, ya me voy.

No te precipites, Chunguita amigo. Y cuando vengan a tu atribulada cabecita las necedades en contra del diminutivo, canta con todos nosotros, de la sierra morena, cielitio lindo, vienen bajando, un par de ojitos negros, cielito lindo, de contrabando.

isolino dijo...

Diminucida

La palabra no existe, Chunguita, pero te la atribuyo. No me sorprende una afirmación como esta: "Mi conclusión es que quien utiliza diminutivos en su lenguaje diario tiene un problema de realidad".

En fin, un mundo sin diminuitivos sería tan absurdo como una cocina sin cuchillos o una biblioteca sin libros.

Del latín hemos aceptado diminutivos como rodilla, viejo, oreja, oveja, cuchillo, aguja, pestillo... De hecho, tú mismo echas mano de mamá y papá, diminutivos para madre y padre, susceptibles a su vez de convertirse en una voz más cálida a través del mamita o papito. Incluso, las mismas voces admiten una connotación sexual con otra estructura del diminutivo: mamacita y papacito.

Y luego, a lo largo de la historia del español, nos regodeamos en una serie abundante de diminutivos: tortilla, manecilla, pórtico, campiña, mascarilla, cigarrillo, cajetilla, muletilla, habichuela, mamila, patilla, bollo, panqué, bidet, perilla, barandilla... (je, peor aún, Chunguita, que prácticamente todas las palabras terminadas en -illo o -illa provienen del diminutivo latino)

Total, que declararle la guerra así por nomás al diminutivo significaría cortarnos las alas (o aletas, otro diminutivo, si se está en el mar)

Espero que reconsideres tu radicalismo y tal.