Existe un viejo adagio latino sobre la traducción que reza: "traductore, traidore". En él se hace referencia a que una traducción nunca igualará al original, pues se está haciendo una interpretación del texto. El traductor, por lo tanto, se convierte en un traidor que modifica el contenido en pos del beneficio de la lengua a la que traduce. Hasta cierto punto esto es correcto. El traductor tiene que luchar contra las palabras para que una obra llegue a miles y millones de personas. En realidad, todo es culpa de la Torre de Babel.
Una de mis ocupaciones profesionales es, precisamente, la de traductor. (Son buenos ingresos y generalmente no es muy matado... si se domina el idioma, claro.) He traducido para bancos, despachos, un libro sobre mariposas, textos políticos, empresariales y hasta tecnológicos. Ayer mientras pensaba en una nueva traducción me di cuenta del origen de esta vena traductora. Todo se originó en la adolescencia.
Este dato no lo tengo demasiado claro, pero ha de haber sido alrededor de mis quince años cuando un día mi padre me pidió que le tradujera tres canciones de Metallica. Supongo que quería que me diera cuenta de su contenido, porque definitivamente no era para él enterarse de lo que decían, pues habla, escribe y lee perfectamente inglés. Tal vez quería encontrar mensajes subliminales o de esa manera tener argumentos para prohibirme que escuchara Metallica. Lo hice. Reucerdo que traduje "Blackened", "One" y "Master of Puppets". Lo hice en un día. Nunca recibí una crítica, una sugerencia, una plática sobre lo que había hecho. Y así comencé a traducir del inglés al español...y ahora también viceversa.
2 comentarios:
Me suena que el adagio es italiano, ¿no?: traduttore, traditore.
Me parece que tienes razón, estimadísimo Kics.
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